El presidente Hasan Rohaní no está cumpliendo sus promesas electorales sobre igualdad de género. La subordinación del poder político por parte de la jerarquía religiosa impide que se puedan aprobar leyes igualitarias.
Más de 41.000 niñas de entre diez y catorce años contrajeron matrimonio en Irán entre 2013 y 2014, según Justice for Iran. Según Naciones Unidas, el salario de un hombre en Irán es casi cinco veces superior al de una mujer.
aime Gárate | Periodismo Humano
@phumano
Durante el vuelo Estambul-Teherán varias mujeres forman una fila frente a la puerta del aseo. Están esperando su turno para prepararse. Otras, en cambio, lo hacen desde sus asientos. Poco a poco, las camisetas, pantalones ajustados o minifaldas son sustituidos por prendas con mangas hasta las muñecas y ropa más holgada. Están cubriendo sus cuerpos, añadiendo más prendas de ropa. Cuando la azafata anuncia por la megafonía del avión que se empieza a preparar el aterrizaje en Teherán, como si de un luto repentino se tratase, los colores vivos en las vestimentas son sustituidos por el negro. El color negro del chador cubriendo los cuerpos de las mujeres y el color negro de los pañuelos cubriendo las melenas. “Les recordamos que desde este momento estamos en la República Islámica de Irán y debemos ceñirnos a su legislación”, anuncia la azafata mientras sus compañeras también se cubren el pelo.
Hasan Rohaní ganó las elecciones presidenciales en Irán en el año 2013 con algo más del 50% de los votos. Millones de iraníes sedientos de cambio, cansados de las políticas y los abusos contra la sociedad civil del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, depositaron su confianza en este clérigo moderado. Cientos de miles de mujeres vieron en su figura la persona que podría cambiar el estatus social al que se ven relegadas, obligadas a ver rebajado su rol en la sociedad por debajo del masculino.
Frases pronunciadas durante su campaña electoral, o ya siendo presidente de facto, como “las mujeres deben tener las mismas oportunidades, protecciones y derechos sociales que los hombres” , “no aceptaremos la cultura de la discriminación sexual” o “Irán todavía tiene un largo camino que recorrer” en cuanto a materia de discriminación de género, hicieron pensar que el cambio y el progreso podrían ser posibles. Sin embargo, Rod Sanjabi, director ejecutivo de la organización Iran Human Rights Documentation Center, lo tiene claro: “Él siempre supo que no tendría el poder para cambiar esta situación”.
Un país dirigido por clérigos
El complejo sistema político de la República Islámica de Irán otorga más poder a dos figuras (no electivas) por encima de la del presidente (electivo y que por ley tiene que ser hombre): el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra sobre cuestiones importantes pudiendo incluso impugnar las decisiones del presidente, y el Consejo de los Guardianes de la Revolución, cuya función legislativa ratifica, o no, todas las leyes emanadas del Parlamento.
De este modo, la jerarquía religiosa ha subordinando al poder político y hace muy difícil que se puedan aprobar leyes en el Parlamento que acaben con la discriminación hacia la mujer en base a la interpretación del Corán y la Sharía(ley islámica) que las autoridades religiosas del país hacen.
El sentir de las mujeres que se respira en las grandes ciudades de Irán es de rechazo. “Yo como mujer no puedo aceptar las leyes de esta República Islámica, o como quieran llamarla, porque en realidad es una dictadura que discrimina a las mujeres. Hacen lo que quieren con nosotras”, se queja Farnoosh, profesora de Inglés, mientras pasea por el norte de Teherán, donde a pesar de la calurosa primavera, todavía se observan los picos nevados de las montañas Alborz…
VER TEXTO COMPLETO EN: Lado B