Por: Gabriela Montoya
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.- Cuando tenía 13 años tuve por primera vez en mis manos un libro diferente a los que acostumbraba a leer (historias llenas de amor, de motivación y cosas así) el libro llego a mi gracias a mi buen amigo Álvaro Gómez. Al inicio del libro me topé con una nota del autor del libro, Juan Sánchez Andraka:
“Antonio Mendoza es la personificación de los adolecentes mexicanos, víctimas del actual proceso educativo que, por contradictorio, destruye en ellos la natural aspiración al bien y a la verdad lanzándolos a las gruesas filas de los que sólo buscan en la vida comer, gozar y mandar…”
Es un libro pequeño y no bromeo cuando digo pequeño ya que en su totalidad es de 95 páginas incluyendo portada, nota de editor, ilustraciones y datos del libro, mide aproximadamente 15 cm, con un lenguaje claro y con hechos cotidianos de la vida aborda temas tan arraigados en la cultura como el machismo. Juan Sánchez Andraka me regaló mi primera reflexión acerca de la educación en nuestro país (educación me refiero a la educación en casa, escuelas, iglesia y hasta nuestra comunidad) he aquí un fragmento del pequeño libro:
En la escuela aprendí a leer… quiero decir con puntos y comas.
Algunos ni eso aprendieron.
Decían que yo tenía buena memoria y, creo que sí, pues no me costaba trabajo aprender las definiciones.
Cuando el profesor preguntaba: – ¿Qué es biología?
Yo contestaba de corrido:
-Biología es la ciencia que estudia los fenómenos que acaecen en los seres vivos.
Mis rápidas respuestas siempre entusiasmaban al maestro
Y causaba la admiración de mis compañeros.
Yo no sabía que era fenómenos, ni que significaba acaecer.
Nunca me preocupe por preguntarlo. El maestro no se preocupaba por decirlo.
Entender no era necesario. Lo importante era contestar, como el catecismo…
Los maestros se pavoneaban y agradecían con sonrisas las felicitaciones.
Alguien lamentaba: – Pedrito no pudo entrar a esa escuela. Ya no había cupo.
Alguien más: -Cómo me duele no tener hijos. Si los tuviera, que orgullosa me sentiría de verlos en ese uniforme.
Nosotros: – Al diablo la escuela y al diablo el uniforme. Yo envidiaba a los albañiles, a los panaderos, a los cargadores. Ellos no estudiaban.
El libro se llama “Un mexicano más” y si bien tal vez yo le cambiaría el nombre poniéndole “Mexicanx” ha sido de los mejores regalos que me han podido dar y pudiera ser un regalo perfecto para jóvenxs que se encuentran en proceso de cambios y reflexiones más aun cuando nos situamos en un momento en el que nuestro país se encuentra envuelto en cambios políticos y sociales, dejemos de ser una o un Mexicanx más pasivo, homogeneizadx o reprimidx.