Cada historia debería excluir la palabra «miedo» desde su inicio; tendríamos mejor, que aprender a resolver los cambios previstos por las entrañas de la manera más equilibrada posible.
Tus manos han hecho revolución
Su mano junto a la tuya fue el escenario perfecto. Ella siempre recuerda todas las veces que la luna llegó a su resplandor de media noche, las veces que logró cobijarlos ante el poco recato de sus cuerpos.
El truco estaba en no fundir las miradas, el problema fue no poder resistir.
Ya había recorrido la autopista de todos sus lunares, de cada rincón de sus montañas.
Qué jodido pensar que se convirtió en la mejor trinchera de sus noches, pues sabían que no tenían muchas cosas en común.
Incluso hasta sus maneras de caminar eran distintas, muy distintas.
Era algo mágicamente extraño, ella enloquecía cuando sus manos recorrían su espalda con suaves caricias.
Y bueno, es que ella ahora empieza a extrañar su risa, su voz.
¡Carajo! esto se vuelve una revolución.
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