-¿Qué es que quieres Zúñiga?, ¿qué es que quieres?- fueron palabras de la maestra de Educación Cívica quejándose de mi hermano, yo asentía con cara solemne.
Eso de cuidar hermanos menores siendo una menor es un peligro. En una ocasión, visitamos importaciones Capulín y mientras observábamos los objetos maravillosos de la tienda, mi hermanito rompió un banco con supuesto mármol y los comerciantes me amenazaron con llamar a la policía si no pagaba en ese momento el producto. Me dio miedo, pero más temor le tenía a mi mamá, así que pacté con los de la tienda llevar el dinero; dejé empeñado a Paquito y no recuerdo de dónde obtuve el capital pero regresé por Francisco horas después.
-¿Oye Paco, y de casualidad no te violaron?- le pregunté hace poco, ahora que conozco el alcance de mis actos.
En otra ocasión, había un silencio absoluto en la casa, me asomé al baño y encontré a Daniela con sangre en la barba. Resulta que Paquito la rasuró. Le puse papel de baño con cinta adhesiva de tal manera que parecía momia.
La última anécdota y termino. Luego de que le extirparan las anginas a mi hermana, ella vomitaba sangre y sinceramente yo no estaba preparada para cuidarla, nunca lo estuve, llegó una enfermera abusiva y me gritó: ¡Lleva esto a lavar! con tono de superioridad, dándome el traste lleno de coágulos, si hubiera sido su papá a quien le dieran el traste, a quien le correspondía legalmente y moralmente cuidarla no le hubiera gritado, pero su papá consideraba que dar una pensión era suficiente, mientras yo dormí una noche en el hospital y al día siguiente me aguanté las náuseas y el mareo para lavar el riñón (traste) con sangre.
Cuando era niña y adolescente, si bien no me tocó cargar agua y leña, sí fue difícil ser mamá a los nueve años de mi hermano menor, luego a los diez años y medio mamá por segunda vez. Me molestaba profundamente cuidar en las tardes de mis hermanitos, de vez en cuando en preparatoria llevarlos a mi escuela, atenderlos en las fiestas en lugar de jugar; me divertía ir a sus juntas escolares y escuchar las quejas de las maestras, o los halagos a la inteligencia de la pequeña Daniela. Ahora me causan gracia anécdotas como las anteriores y a la vez agradecimiento profundo de que a mi Francisco y Daniela no lxs violaran o se lo robaran.
Respeto profundamente las maternidades ajenas, la de mi mamá, la de mis amigas, la organización de cada familia (porque damos lo mejor que podemos desde nuestra perspectiva), el derecho a una infancia con equidad en responsabilidades, porque los niños y niñas sí deben colaborar en casa de acuerdo a la edad, pero jamás sustituir el rol de un papá o mamá, y creo es necesario difundir el mensaje de que los hijas e hijos deben ser fruto de una decisión, y convicción sólida para lograrlo.
La maternidad y paternidad conlleva una responsabilidad a nivel moral, legal y constitucional, lamentablemente como sociedad cubrimos los baches legales y morales todo el tiempo. Si no te respetan el horario de lactancia y cuidados maternos (corresponde a nuestras leyes e instituciones) que sea él o la mayor de tus hijos quien cuide de los otros, o la abuela, cuando los trabajos deberían ser compatibles para que las mamás y papás puedan cuidar a sus hijos y trabajar y no robar la infancia a las niñas menores, bajo ningún pretexto. Las hijas son personas en formación, también sufren estrés infantil. Si tenemos hijos e hijas no es para tener servicio doméstico no remunerado de tiempo completo y garantizado, para no sentirnos solos o para que nos cuiden en la vejez.
El primer paso inicia en una o uno al elegir tener o no tener hijos, en elegir reeducarnos y no repetir patrones, en educar con equidad en casa, y disfrutar al máximo la infancia con nuestras pequeñas, con nuestros pequeños, en amarnxs y apoyarnxs profundamente. El segundo en presionar para que las instituciones permitan compaginar la maternidad con el trabajo o los estudios, a través del cumplimiento de sus leyes, si las leyes no garantizan un entorno favorable para el desarrollo de la infancia y el acatamiento de los Derechos de Niñas y Niños, de mamás y papás… hay que modificarlas. La educación sexual en casa y en las escuelas, servicios médicos, es necesaria, así como proveer de métodos anticonceptivos a hombres y mujeres.
“El informe titulado ‘Aprovechando el Poder de los Datos para las Niñas: balance y perspectivas para el 2030‘ incluye la primera estimación global del tiempo que las niñas dedican a las tareas domésticas como cocinar, limpiar, cuidar a miembros de la familia o ir a recoger agua o leña” (Unicef Bolivia, 11 de octubre de 2016).
Y aunque mi hermano opina que estas labores no son cuestiones de género, sino por la edad y lugar en la familia, según UNICEF “Las niñas de entre 5 y 14 años dedican un 40% más de tiempo, lo que supone 160 millones de horas al día, que los niños de su misma edad a tareas del hogar no remuneradas y a buscar agua o leña, son conclusiones del informe presentado por UNICEF en el Día Internacional de la Niña.”
Tener una hija por elección y convicción en la etapa adulta es maravilloso, tener un hijo es genial. Tratándose del Día de la Niña, el mejor regalo que puedo darle a Samantha es amor, tiempo, educación, acceso a la salud, un entorno libre de violencia, responsabilidades equitativas en casa, acordes a su edad y capacidades. Equidad es una de mis palabras favoritas y ese será mi regalo para su vida.