Por Karla Barajas
Sara escribe por las noches, intenta disminuir la ansiedad que le provoca enfrentarse a espejos, más bien a su reflejo y ver en su interior: el corazón latir como si quisiera salirse de su caja torácica. Cierra los ojos y se aleja de la imagen. Si se ve al espejo no hay manera de evadir las vísceras, la grasa recubriendo la carne, el hígado, el apéndice y el riñón al descubierto.
Sara ya no sale a la calle y tiró los espejos fuera del departamento. Sus amigas están preocupadas, leyeron su diario, vieron los dibujos que esconde en el cajón de su escritorio, dijeron a los profesores que su amiga dedicaría su vida al arte. Sin saber que la autoscopia interna le brinda esas experiencias visuales y ella solamente describe lo que ve en su interior, lo que tanto le aterra.