El presidente Andrés Manuel López Obrador pidió al rey de España y al papa disculparse por los agravios cometidos durante la conquista española y los 300 años de colonialismo. El rey, de inmediato, al hacerse público la solicitud dijo que no habría tal disculpa, pero quienes tuvieron una reacción más de indignación ante la petición no fueron los españoles –a excepción del escritor Arturo Pérez Reverte- sino los propios mexicanos, que la petición se les hizo disparatada.
A mí la petición no se me hace disparatada, sino incongruente de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. La solicitud al gobierno español suena a un acto populista y hasta ofensivo para quienes quiere defender porque mientras solicita disculpas por la conquista sus acciones para los pueblos indígenas son también desde una persona que tiene una mirada colonizadora.
¿Cuál era el “argumento” de los colonizadores para apropiarse de las propiedades de los pueblos originarios? Que ellos no tenían alma, que eran ignorantes, que no eran capaces de autogobernarse, que había que ir a decirles cuál era la forma “correcta” de vivir. ¿Qué hace, ahora, Andrés Manuel López Obrador con su insistencia de instalar el tren maya, que afectará a varias poblaciones indígenas? En diferentes momentos y en distintas formas les han dicho esas comunidades que no quieren el tren, pero para él hay que irles a decir cómo hay que vivir, llevarles el “desarrollo”, como que si no fueran capaces de autogobernarse.
Foto tomada del portal oficial de AMLO sin fines de lucro.
La mirada colonizadora no se ha ido, ha quedado encarnada en las personas, en un gobernante que insiste en tratar a las poblaciones indígenas como menores de edad. Ha quedado encarnada en las personas que piensan que es de risa que la corona española pida disculpas a los pueblos originarios de México. Ha quedado encarnada en nuestras prácticas diarias, en nuestra forma que construimos o pensamos que es el “bien vivir”.
Los efectos de la colonización no se han ido, (poscolonialismo le llaman varios autores) se quedó en cómo tenemos construida nuestro concepto de belleza por eso es que las opiniones se polarizan cuando una mujer indígena oaxaqueña está en las alfombras rojas y, ahora, es modelo porque por un lado esta quienes piensan “que es fea, que no es actriz, que es “una pinche india”…” y por otro quienes se maravillan porque aparezca en las primeras planas de revistas como vogue y hola. En ambas posturas hay una mirada colonizadora, la primera es obvia, la segunda es más sutil porque sin darnos cuenta seguimos con nuestra construcción de que “lo bueno” es ser aceptado en los círculos donde los pueblos originarios han sido excluidos, pero son ahora “integrados” bajo las reglas de los excluyentes.
El quitarnos esa mirada (decolonialidad le llaman en la academia) exige el reconocimiento de nuestro pasado con conquista y 300 años de colonialismo incluido. Esta sociedad es el resultado de los pueblos prehispánicos, pero también de Europa y África, hay que reconocer nuestro pasado histórico, pero no desde la victimización, la venganza, la inferioridad o la vergüenza, sino desde una mirada crítica amplia que nos permita seguir caminando de una forma distinta, sin violentar los derechos de nadie, sin seguir propagando “otro colonialismo”.
Que este momento coyuntural –que se mandan cartas de un lado a otro- nos sirva a todos y todas para la reflexión y que esa reflexión nos conduzca tanto a gobernantes como ciudadanía a acciones que no tengan miradas colonialistas.