San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.- Fue un discurso bastante conservador, ligero, basado en el antiguo testamento, sin hacer referencia alguna al contexto histórico social de Chiapas. Se fue Francisco, el Papa, y dejó un mensaje que sin duda envalentonará a Pro Vida y a todas las organizaciones anti aborto, por la fuerte carga a favor de la familia tradicional.
Francisco pisó la tierra de Tatik Samuel Ruiz, precursor de la Teología de la Liberación en Chiapas, y sin duda su espíritu estuvo presente en todo momento durante la liturgia llena de simbolismos mayas que opacaron el pobre discurso del prelado, quien en definitiva no tenía la intención de visibilizar la explotación en la que ha vivido por siglos los pueblos originarios.
Lo más “fuerte” fue pedir perdón a los pueblos indígenas por la exclusión en la que han vivido, pero de qué sirve un perdón tardío de una institución que se ha negado a ordenar diaconisas, sacerdotisas y que si han tenido cabido en la “vida pública” ha sido gracias al trabajo arduo de contados hombres y mujeres como lo es el imprescindible Samuel Ruiz.
Lo más destacado de la liturgia de San Cristóbal fue, a mi parecer, el papel digno de las mujeres y hombres que participaron en ella: misioneras, sacerdotes, misioneros, que lejos de bajar la cabeza, mostraron con sus participaciones al Chiapas no sólo indígena, sino migrante, empobrecido, racista, clasista, que se vive en el día a día.
En un ritual que históricamente está cerrado a la participación masculina, es destacada la participación de las mujeres durante el acto religioso en esta ciudad, que no es menor si se toma en cuenta que se trata de mujeres, indígenas, originarias de comunidades empobrecidas:
Micaela Méndez de la zona chol; dos misioneras tsotsiles cantantes, de la orden de las hermanas clarisas; Petrona Girón, de la zona tzeltal, Martha Pérez, María Antonia Bolom, encargada de entregarle la Biblia en versión tzeltal.
Francisco vino y no dejó ningún mensaje de esperanza, tan sólo ratificó que la Iglesia católica sigue siendo una iglesia de hombres que velan por los valores patriarcales como lo es la familia tradicional, el matrimonio como institución base de la sociedad, el amor romántico por sobre encima de todo, y por ende, echó a la borda la lucha por la autonomía de nuestros cuerpos por la que las mujeres hemos luchado tanto.
Todo esto y más, lo confirmó durante su estancia en Tuxtla Gutiérrez con su mensaje a la familia, respaldado por cuatro testimonios de feligreses que si bien, hicieron su mejor esfuerzo quizá ingenuamente por denotar su valores católicos, no hicieron más que amarrar bien el mensaje de que la Iglesia no cederá ante los cambios que la sociedad vive desde el llamado “núcleo familiar”, cambios sin duda alguna, irreversibles.
Francisco hizo bien su trabajo: ratificar el poderío de una institución que necesita proteger los principios de una sociedad androcéntrica, conservadora, de derecha en la que las mujeres, nuestra libertad, nuestro cuerpo, no tenemos cabida.