Por: Cinthya Huesca/Sicóloga y Doula.
Actualmente en México, cada vez son más las mujeres que recurren al hospital a la hora de los nacimientos de sus hijos. Y los partos en casa lentamente han sido desplazados Se tiene la creencia de que tener un parto en casa es algo sumamente riesgoso para la salud del bebé y de la mamá. Cuando la mujer le informa a su médico de cabecera o a la familia que ha decidido un parto en casa, generalmente se enfrenta a negativas, reclamos o incluso amenazas aludiendo a la irresponsabilidad de la mujer y a la poca seguridad que hay en un parto en casa. Pero ¿Qué tan cierto es?
Hace aproximadamente 3 generaciones que el parto es atendido en el hospital, por lo tanto, nuestras bisabuelas o algunas de nuestras abuelas tuvieron a sus hijos fuera de este, ya sea en sus casas, en casa de la partera o en alguna casa elegida para los partos. Y entonces ¿Por qué paso de ser completamente normal a ser visto como un factor de riesgo?
Sheila Kitzinger[1] explica que en un principio la necesidad de estudiar el proceso del parto, y sus complicaciones provocó que los médicos atendieran gratuitamente a las mujeres embarazadas de bajos recursos o de embarazos de alto riesgo llevando ellos el control y la observación del proceso. Después ocurrieron los traslados de los partos que se habían complicado en casa al hospital, las parteras empezaron a ser difamadas, el parto en casa a ser desplazado y las mujeres por temor a la complicación preferían estar en el hospital antes de arriesgar la vida de ellas y sus hijos.
El inconveniente ha sido que sus métodos se centraron en atender emergencias ya que en un principio los médicos trataban casos de riesgo o de complicación porque atendían a mujeres desnutridas, sin un cuidado prenatal o a las mujeres que tenían alguna complicación durante el trabajo de parto.
Sus métodos se centraron en atender emergencias y todo el parto se veía como un proceso complicado, no aprendieron a tratar los partos normales sin riesgos y sus métodos no estaban adaptados a estos nacimientos. Por ejemplo, la mujer que llegaba a la sala de emergencias porque el bebé era inusualmente grande, impidiendo el descenso por el canal de parto, era tratada realizando una episiotomía (corte vaginal) que le ayudaría a abrir el espacio para que el médico pudiese maniobrar ya fuera con sus dedos o con fórceps (instrumento quirúrgico que forza la salida del bebe). Entonces los médicos decidieron que hacer la episiotomía haría más fácil la expulsión del bebé, pero no tomaron en cuenta a los bebés que eran de tamaños adaptados para salir y realizaban el corte a todas las mujeres. Actualmente a las madres primerizas se les realiza este corte sistemáticamente.
El médico Grantly Dick-Read se percató de que en el trabajo de parto si la mujer tenía miedo, hacía tensión en general en su cuerpo y esta tensión provocaba dolor en las contracciones uterinas y así la mujer tenía más miedo, se tensaba más y tenía más dolor, provocando un círculo vicioso[2]. Entonces, cuando las mujeres entraron al hospital generalmente entraban sin la posibilidad de que las acompañara algún familiar y muchas de ellas conocían el proceso del parto, pero no conocían el protocolo hospitalario, las revisiones vaginales, sueros, el exponerse desnudas a desconocidos, lo que inducía que ellas tuvieran miedo y entonces dolor. El dolor a veces intenso, provocó que los médicos empezaran a buscar estrategias para disminuirlo, en un principio el uso del formol, después la entestecía general y el más actual la epidural o raquea.
El inconveniente es que usar un método farmacológico para disminuir el dolor siempre lleva un riesgo y un protocolo. Las mujeres que eran anestesiadas en su totalidad debían permanecer acostadas, sin comer, sin beber agua, con suero y les debían realizar una episiotomía, kristeller (presión del fondo del útero en sincronía con las contracciones uterinas) y en ocasiones el uso de fórceps.
Con el uso de la epidural la mujer debía estar en estas mismas condiciones. Hoy en día muchos hospitales no usan ningún fármaco para controlar el dolor, pero la mujer continúa en las mismas condiciones: sin comer, sin beber, acostada, propensa a la episiotomía y/o al kristeller y estas nunca han sido las condiciones naturales para tener un parto.
Las parteras han atendido a las mujeres desde hace muchísimos años y los conocimientos que ellas adquieren son por medio de las generaciones (mamá o abuela partera) la intuición, y sobre todo la experiencia. La desconfianza que ha crecido alrededor de ellas es primero porque sólo llegan al hospital los casos que se complicaron y nadie habla de los casos exitosos. Segundo, porque algunas de las parteras actuales han sido informadas de ciertos procesos que se realizan en el hospital y tratan de llevarse a cabo en casa, pero son procesos que deben llevar una supervisión médica ya que pueden ocasionar complicaciones.
Por ejemplo la inducción del parto con oxitocina, es un proceso delicado en el que se tiene que monitorear tanto a la madre como al bebé, debido a que se puede complicar y provocar sufrimiento fetal (disminución o aumento considerable en el latido cardiaco del bebé), desgarro uterino o que el trabajo de parto nunca adquiera ritmo y se tenga que recurrir a una cesárea. Por lo tanto este procedimiento no se debe realizar en casa.
Hoy en día tenemos dos tipos de parteras, las tradicionales son las que tienen todos los conocimientos heredados de las experiencias de sus ancestras parteras y las profesionales son las que estudiaron el proceso del parto normal y natural teniendo un amplio conocimiento en la anatomía y fisiología del parto y como atenderlo, las dos igual de valiosas. Ambas trabajan en formas similares: en casa, la mujer les llama y ellas acuden a ver el avance del trabajo de parto, algunas hacen una revisión vaginal, otras sólo observan a la mujer como está, si habla normal, si está comiendo, la cercanía entre contracción y contracción y dependiendo de esto pueden volver más tarde o quedarse.
Gran parte de las parteras tienen más acceso a monitorear el estado de salud del bebé y de la mamá cuidando aspectos como la frecuencia cardiaca del bebé, revisión de la presión de la mujer, mantener a la mujer hidratada y evitando hacer intervenciones innecesarias, ellas esperan a que el cuerpo de la mujer avance de forma natural.
La mujer en casa puede caminar, comer, beber, dormir, cantar, gritar lo que beneficia a la fluidez de las hormonas que trabajan a la hora del parto como la oxitocina. Al momento de llegar al expulsivo (salida del bebé) la mujer adopta la posición que prefiera, la mayoría de mujeres eligen estar en cualquier postura menos acostada lo que hace que el expulsivo sea suave y sin forzar además de ayudar a los músculos del periné, lo que abre la posibilidad de no necesitar episiotomía, ni sufrir desgarros.
El instrumental que tiene la partera está estéril y listo para recibir al bebé cuando nace, mientras se espera a que el cordón deje de latir se coloca al bebé sobre el pecho de la madre, esto ha demostrado tener muchos beneficios con relación al apego mamá y bebé. Muchas parteras van a los partos con el equipo y conocimiento necesario para prevenir, identificar y tratar una complicación en casa o contenerla y atenuarla mientas se llega al hospital. La partera atiende de manera muy parecida tanto en hospital como en casa, aunque en hospital está sujeta a un reglamento.
Aunque existen casos en los que es necesario que la mujer tenga observación en hospital y en conjunto médico-partera como mujeres con preeclampsia, que inician el trabajado de parto prematuramente, mujeres con problemas de coagulación entre otros casos.
Entonces hablando en términos de seguridad estas son algunas de las recomendaciones que la ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD en 1985 anunció para realizar durante el trabajo de parto:
- La mujer debe tener fácil acceso a la información sobre el parto natural y la lactancia con la finalidad de que ella elija el tipo de atención que prefiera.
- Las embarazadas no deben ser colocadas en posición de litotomía (acostada boca arriba) durante el trabajo de parto ni el parto. Se las debe animar a caminar durante el trabajo de parto y cada mujer debe decidir libremente la posición que quiere asumir durante el parto.
- No se justifica el uso rutinario de la episiotomía
- No se justifica científicamente la ruptura artificial de membranas por rutina.
- El recién nacido sano debe permanecer con la madre, cuando sea satisfactorio el estado de ambos, sin restricciones de ningún tipo. Ningún procedimiento de observación o controles rutinarios del recién nacido justifica la separación de la madre.
- Debe fomentarse el inicio inmediato del amamantamiento, incluso antes de que la madre salga de la sala de partos.
El parto en sí es seguro, tomando en cuenta que la mujer es mamífera. El riesgo inicia y crece cuando la mujer no es responsable de su salud y no se cuida, aparece cuando el proveedor, la embarazada o la familia no creen en el parto, tienen miedo, lo ven y tratan como un proceso peligroso, aparece con la intervención que puede ser desde una inducción del parto con el uso de medicamentos hasta influir en la decisión de la mujer fomentando en ella miedos. A mayores intervenciones, mayor riesgo.
Algunas de las intervenciones innecesarias más comunes son: la episiotomía, la OMS ha declarado que no debe realizarse sistemáticamente y la mujer puede trabajar el área del periné durante el embarazo para darle elasticidad a los músculos y poder evitar un desgarro; rotura artificial de membranas (bolsa amniótica), no hay evidencia que demuestre que sea útil esta práctica y por el contrario aumenta el riesgo de sufrimiento fetal, infección y prolapso de cordón; el monitoreo fetal continuo, es importante que se mantenga monitoreado el latido del bebé pero al hacerlo de manera continua impide a la mujer moverse, el bebé desciende mientras el trabajo de parto avanza entonces el monitor al perder el latido cardiaco del bebé puede alarmar y tensar a la madre lo que afecta al sistema hormonal del parto; la cesárea, como intervención de emergencia ha sido sumamente útil y ha salvado muchas vidas pero los riesgos que lleva van desde infecciones hasta daño al cuerpo de la madre (vejiga o útero) o al cuerpo del bebe.
Finalmente, la seguridad del parto no depende del lugar en el que se realice, sino de una serie de elementos como los cuidados de la salud física y emocional que la mujer lleve durante su embarazo, los procedimientos del proveedor de salud y en ocasiones la intervención de la familia. Las mujeres tienen derecho y pueden elegir dónde tener a su bebé, analizando y tomando en cuenta las ventajas y desventajas de cada lugar. Para poder tomar esta decisión es necesario informarse, investigar y resolver todas las dudas respecto a los lugares para parir y la atención del médico o partera.
[1] Sheila Ktizinger. Nacer en casa
[2] Grantly Dick Read. Child birth without fear