Por: Sandra de los Santos
El caso de Floriberto Núñez Martínez, ex alumno de la Licenciatura en Odontología de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), que fue dado de baja de la institución, dio mucho de qué hablar hace una semana.
El estudiante señaló que fue dado de baja por una situación de discriminación por su origen étnico. La Unicach, por su parte, dijo que fue por su bajo rendimiento académico. Los comentarios sobre el tema se polarizaron.
Las declaraciones iban desde “estudiante burro quiere privilegios y pone de pretexto el ser indígena para reprobar” a “maldita universidad que discrimina a los indígenas y les da de baja”.
Cualquiera de los dos argumentos son bastante refutables, si nos vamos a los extremos.
El bajo rendimiento académico de Floriberto Núñez es algo comprobable si se revisan sus calificaciones. Pero es simplista el decir que su promedio escolar es producto de su poco interés en la academia o algo similar.
Las y los estudiantes indígenas del nivel superior en Chiapas tienen un bajo nivel académico porque la mayoría de las instituciones –creo que la única que se salva es la Unich- están diseñadas para alumnos y alumnas no sólo no hablantes de lenguas indígenas, si no inclusive de áreas urbanas.
Tan sólo los exámenes de admisión están hechos para que las y los estudiantes indígenas lo reprueben. No digo que los hacen con esa intención, pero al no tener un enfoque intercultural, ese es el destino.
Las universidades de nivel superior en Chiapas carecen de programas funcionales que apoyen a las y los estudiantes indígenas. Más allá de una beca alimenticia o la condonación de algunos pagos, las universidades no tienen programas de tutoría académica, regularización o algo más que ayude a que las alumnas y los alumnos indígenas estén en igualdad de oportunidades en cuanto aprovechamiento académico que sus pares no indígenas.
Estos programas no se tratan de privilegios, si no de tratar de igualar condiciones para un sector de la población que está en desventaja. Son como las cuotas de género. A nadie le gusta, pero son necesarias para crear condiciones de igualdad de oportunidades en una sociedad discriminatoria.
Más allá de los comentarios desafortunados y extrapolados que ha ocasionado este tema, lo que debe ponerse en la mesa es la necesidad que todas las universidades trabajen con un enfoque intercultural, que tengan programas funcionales que ayuden a que la población indígena acceda y concluya el nivel superior.
El caso de Floriberto vino a evidenciar lo que pasan estudiantes indígenas no sólo en la Unicach, si no en distintas universidades y no sólo de Chiapas. Habrá quien diga que conoce casos de alumnos o alumnas indígenas con un historial académico brillante; pero son la excepción, no la regla. Esto se debe al enfoque educativo de las universidades.
En la sociedad del conocimiento –se supone que en esa andamos-la interculturalidad y la equidad de género son temas transversales que deben de regir la vida académica de cualquier institución de nivel superior, si no es así, están lejos de ser las universidades que se necesitan para el siglo XXI.