Por: Sandra de los Santos
Hace unos dos meses alumnas y alumnos de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) me invitaron a dar una plática dentro de un ciclo de conferencias que estaban organizando. Por cuestiones de salud sumados a otros compromisos no pude asistir.
El cartel final del ciclo de conferencias terminó sin ninguna mujer, lo que le fue criticado a las y los jóvenes organizadores.
Insistieron, me consta que lo hicieron, en que invitaron a varias mujeres comunicadoras a participar en las conferencias, pero que por diversos motivos ninguna, de las que convocaron, pudieron asistir.
A primera vista pareciera que los astros no se alinearon para que las mujeres comunicadoras asistieran al evento; que no hay nada de raro en esto; que fue obra de la mala suerte, que no hay una cuestión de género en la situación.
En Chiapas hay varias mujeres trabajando en los medios de comunicación, lamentablemente, no en puestos de decisión, pero si en otras áreas. ¿Cómo explicamos, entonces, que ninguna pueda asistir a una conferencia como ponente?
Se debe, principalmente, a cuestiones de género. Las mujeres comunicadoras, como pasa en otros oficios, tienen dobles y hasta triples jornadas de trabajo. Su tiempo es limitado. Entre asistir a una conferencia y trabajar, pasar tiempo con su familia o descansar, las mujeres prefieren-preferimos a veces lo segundo.
Esta situación no pasa siempre con los varones comunicadores, quienes disponen más de su tiempo. No tienen dobles o triples jornadas. El tiempo con su familia no es algo que a todos les preocupe y la contribución a las tareas domésticas no las ven como una obligación.
A eso hay que sumarle que las mujeres, no todas y qué bueno, se han creído eso de que no están preparadas para dirigirse a público. “¿Pero, cómo yo voy a ir?”; “Sé poco del tema”; “Mejor que vaya otra persona. Yo no sé mucho” he escuchado decir.
A las mujeres nos cuesta reconocernos como expertas en un tema. Se nos ha enseñado que eso es soberbia, que hay que ser humildes y recatadas. Cómo va andar una diciendo que sabe de tal o cual tema, y que sabe mucho, si lo de las mujeres es ser ignorantes.
A la mayoría de las mujeres –en sus diferentes profesiones y oficios- se les dificulta dar a conocer su propio trabajo, destacarlo, señalar que son autoras de tal o cual acción y de forma consciente o inconsciente esto se debe a una cuestión de subordinación.
A veces pienso que las mujeres andan esperando que al final alguien las voltee a ver y diga “¡Claro! Si eres buena”. Nos cuesta reconocernos a nosotras mismas como buenas en nuestro propio oficio, pero además divulgarlo.
La falsa humildad si es un acto de soberbia. Sabernos buenas en lo que hacemos no es más que el reconocimiento a nuestro propio trabajo.
Me refiero al tema de comunicadoras porque es mi oficio y estoy más familiarizada con él, pero esto pasa con la mayoría de los trabajos que realizamos las mujeres.
Cuando tengamos la oportunidad de dar a conocer nuestro trabajo, de ofrecer nuestra palabra y conocimiento no hay que desaprovecharla. Debemos de seguir trabajando para generar esas condiciones.