Hay mucha diferencia entre ser mujer y ser feminista, y eso parece que aún no se logra entender. Lo digo así de directo porque la opinión común cuando se trata de mujeres con cargos políticos es juzgarlas a partir de su sexo y no de sus ideas y acciones por lo que se presupone que el hecho de ser mujeres ya nos da mágicamente la conciencia y la visión de género y sobre todo, la sensibilidad para tratar los problemas de las mujeres.
Pero no. Simplemente echemos un vistazo a las siguientes cifras que nos aporta Lucía Lagunes Huerta, en su artículo escrito para el libro Mujeres muy políticas, mujeres muy públicas: “Las legisladoras mexicanas representan 37 % de la Cámara de diputadxs y 35% de la Cámara de Senadores, cifra histórica para la democracia mexicana”.
A punto de terminar el sexenio, esta llamativa cifra no tiene significado alguno en la vida diaria de las mexicanas, los feminicidios siguen en aumento (este mes en la Costa de Chiapas se registraron dos y casi por cerrar agosto, se han contabilizado 5), el acoso sexual en las calles, en el trabajo, las violaciones sexuales, se cometen en todo momento en cada rincón público o privado de este país y de esta entidad.
El aborto sigue siendo discutido si se legisla, se prohíbe o cuáles deben ser las causales, cuántas sí y cuántas no, cuando ni siquiera debería aparecer en ningún código porque simplemente la interrupción del embarazo no debe ser regulada por ninguna ley al tratarse de un derecho que le corresponde solamente a la mujer ejercerlo. No he visto ni en el pleno del Congreso de Chiapas ni en la Cámara legislativa a las diputadas hablando al respecto.
Tampoco he visto a la flamante Secretaría de la Mujer en Chiapas, hacer mínimo una campaña informativa para saber qué hacer o a dónde acudir en caso de sufrir violencia. Ni siquiera sabemos quién la preside, porque sus presidentas en este sexenio se dedicaron a manejarla como una empresa de la familia De León y por supuesto su ejercicio fue totalmente gris.
En San Cristóbal de Las Casas, las cosas no son distintas. Ocho meses de haberse decretado la Alerta de Violencia de Género y sólo vemos unas cuantas paredes con mensajes en color naranja advirtiendo sobre los tipos de violencia. La directora de Equidad y Género así como la presidenta de la Comisión de género, brillan por su ausencia. Nunca se les vio ni escuchó haciendo una declaración al respecto, mucho menos informando sobre acciones que hayan realizado.
Juezas y magistradas, como el caso ya difundido de Cristina Fuentes, actúan peor que el ser más patriarcal, machista y misógino del mundo, al dar la custodia de sus hijos al padre a quien le bastó dar los argumentos a la jueza Graciela Alcázar Castañón, de que la madre de lxs niñx “no sabía lavar ni planchar y no pasaba tiempo suficiente con ellxs”. Mientras que la ex magistrada Ana Guadalupe García Caballero ha apoyado a brazo partido al padre quien, con la ayuda de su madre y hermanas aprovecha para alienar a sus dos pequeñxs.
Y así podría relatar más casos en los que se demuestra que no basta ser mujer con un puesto público para que la situación de las mujeres cambien.
Pienso en ello ante el panorama electoral que ya lo estamos viviendo de manera adelantada. Sin duda se empezarán a escuchar nombres de mujeres que aspiren a un cargo público haciendo uso de su derecho político que ganamos como mexicanas hace 64 años. Sin embargo, cabría preguntarnos qué tantas condiciones hay para que el sistema partidista de cabida a mujeres con trabajo y liderazgo feministas o seguirá favoreciendo a aquellas que sólo sirvan y reproduzcan las ideas del sistema actual.
Las cuotas de género que deben cumplir los partidos políticos para que haya la misma cantidad de mujeres que de hombres candidatxs a diferentes puestos, ha sido un instrumento prácticamente inútil. En primera, porque los hombres políticos han demostrado que no cederán tan fácilmente uno de sus privilegios dado “naturalmente” por el sistema mexicano, y se han hecho de estrategias como las ya muy conocidas “juanitas” para desplazar a las candidatas ganadoras.
Además, dentro de los mismos partidos hay pocos liderazgos femeninos y los que hay no tienen una formación feminista que es lo único que les salvaría para entender lo urgente que es trabajar en leyes, propuestas, acciones a favor de mejorar las condiciones de las mujeres. Ni siquiera los partidos llamados de izquierda garantizan que tengan esa visión. Vemos a sus integrantes, hombres y mujeres, reproducir las mismas ideas misóginas que las de los partidos de derecha.
En este proceso de construir agendas políticas, es indispensable que partidos menos conservadores como Morena, voltee la vista a propuestas de mujeres que desde el feminismo y sin financiamiento alguno han hecho el trabajo de las instancias que arriba mencioné.
Si menciono a Morena es porque he visto señales de personas que con su trabajo y su voz han demostrado ser aliados a nuestra lucha como el regidor Carlos Herrera, quien ha sido el único en el Cabildo san cristobalense que se ha manifestado por el cumplimiento cabal de la AVG, ha apoyado las luchas de mujeres trabajadoras, y conoce las condiciones y problemas que enfrentamos a diario.
Porque no, el ser mujer no nos da la conciencia de género, así como el ser pobre no te da la conciencia de clase. Hace falta formación, lecturas, sensibilidad y trabajo diario. Por ello en esta contienda electoral, las feministas no apoyaremos a las mujeres por el simple hecho de serlo, apoyaremos a quienes con su compromiso estén trabajando por condiciones justas y equitativas y no sólo se roben el discurso feminista para lograr un puesto político. Sabemos quiénes son, y no votaremos por ellas.