FOTOS: KARLA BARAJAS
Semanas antes de Todos Santos, los mercados se llenan de colores, sabores y olores exquisitos, porque el día primero bajarán las almas de los niños y niñas muertos y muertas, y el dos de noviembre el de todos nuestros fieles difuntos. Serán recibidos con comida y agua porque tienen hambre y sed. E iluminaremos su camino a casa con velas.
A los dulces típicos de Chiapas, muéganos, gaznates, higos, puxunú, calabacita dulce, se suman las calaveritas de chocolate y de azúcar con nombres de papel pegados a la cabeza, dulces de azúcar con forma de frutas, platos de mole, ataúdes…
En las calles se colocan puestos en donde venden papel picado, imágenes alusivas a la muerte, a la Catrina. Predominan los colores naranja, negro, morado y rojo. La juncia, las flores de cempasúchil en las banquetas, el aroma de la mistela es un deleite. El olor a sahumerio e incienso inunda las calles del centro a finales de octubre, con el viento se nos impregna en la ropa y en el cabello. Al llegar a casa decimos: ¡Ya huele a Todos Santos! ¡ya comenzó el vientecito de los muertos!
La ciudad está de fiesta. Afuera del panteón los vendedores colocan flores días antes, los cargadores de agua esperan la llegada de quienes irán a limpiar la tumba para que su muerto la encuentre arreglada con veladoras, flores y comida, ¡hasta con marimba si es el mero día!
En el día de muertos alrededor del panteón las calles se tapan con carpas y puestos de comidas; carne asada, taquitos, churros, papás fritas, pozol, horchata, agua de limón con chía. En las casas aledañas se venden coronas, veladoras.
En las casas los altares ya están colocados. Las familias originarias de Tuxtla los elaboran alteres influencia zoque, con somé, y ofrendas a los miembros de la familia que se adelantaron. Las comidas que le gustaban, el pan de muertos, las velas, en copal se colocan el sahumerio o el incienso y se quema. Si al difunto le gustaba el trago se le pone el alcohol además de agua.
Los niños y niñas esperan ansiosos este día, pues se acostumbra que cuando llegan los Fieles difuntos y Todos los Santos; los dulces, tamalitos y aquello puesto en el altar se regala a quienes tocan la puerta y mueven latas de refresco con piedritas adentro, cantan afuera de las casas:
“Somos angelitos,/ llegamos del cielo/ pidiendo calabaza/ para que comamos.
“No queremos oro,/ tampoco cerveza,/ lo que si queremos/ es lo que está en la mesa.
“¡Calabacita tía!”
Año con año la tradición evoluciona en la capital de Tuxtla Gutiérrez. En algunas colonias los niños llegan disfrazados de Catrina, La llorona, La nahuala, Calaveritas, vampiros u hombres lobo o brujas o personajes de películas de terror norteamericanas, extraterrestres, videojuegos. Recientemente las familias o miembros de negocios que reparten dulces adornan sus casas y también se disfrazan. Dado el número de angelitos pidiendo de casa en casa los dulces que obsequian no son siempre tradicionales. Algunas cadenas de pizza también dotan rebanadas a quienes lleguen disfrazados por ahí de las ocho de la noche.
Algunos temen las brujas remplacen a nuestros altares y visitas al panteón, pero año con año las personas siguen poniendo altares, festejando a sus muertos, recordándolos. En las escuelas también se emiten convocatorias de elaboración de altares y la tradición pasa de generación en generación, aunque se pida dulces con disfraz de personaje de Tim Burton.
En pueblos, comunidades y dependiendo de los grupos étnicos, las tradiciones son diferentes. Según el reportaje realizado por Daniel Aguilar en las comunidades tojolabales de Comitán de Domínguez se festeja el k’in santo, llegada de las almas de los difuntos.
“Los habitantes de las comunidades tojolabales comienzan un día antes a quemar el monte para limpiar el camposanto. Las mujeres van a buscar o comprar las flores como son las de cempasúchil, jutuch, margarita, entre otras. Al día siguiente, por la mañana, los hombres hacen el koj’takin, mientras que las mujeres preparan el mats, waj y yalel wachax.
Por la noche, todos van al camposanto y se quedan hasta que amanece, quemando cohetes y triques, también encienden velas, adornan las capillas de sus muertos con juncia, coronas hechas de ciprés y flores naturales, colocan un vaso de agua y queman incienso. Para la convivencia familiar llevan consigo un poco de posh para celebrar la llegada del alma del difunto.”1
En Tenejapa los muertos se entierran en sus casas para no ser desagradecidos con ellos, para que no se mojen; son envueltos en petates porque la muerte es sólo un sueño. En otras comunidades indígenas de los Altos de Chiapas, se realizan bailes como el de los mashes monos, donde indígenas disfrazados de monos tocan guitarras, arpas, acordeones y bailan. En San Juan Chamula no se espera un día a los niños y otro a los muertos pues la familia es una.
Este año espero con ansias la llegada de mi abuela, de mi abuelo, de Tía Chayo, de mi suegra y de mi Sully. Los perros tienen un lugar en nuestros corazones y son quienes nos ayudan a cruzar el río rojo cuando morimos.
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Aguilar, Daniel. Así viven el Día de Muertos en Chiapas, tradición de culturas. 31 de octubre de 2015.
http://www.sexenio.com.mx/chiapas/articulo.php?id=13035