Hay un lector para cada libro. Hay una emoción por cada vivencia. Hay un insecto en cada ser humano. Y de todas las posibilidades, hay una escritora que despliega sus alas para captar con sus antenas las vibraciones que nos convierten en verdugos o redentores de nuestra propia existencia.
Me gusta ver Touch, serie norteamericana que trata de un niño autista, basada en la teoría que todo sucede en el universo por un origen numérico, incluso se puede predecir el futuro. No soy buena con los números pero me agrada pensar en la sincronía para que buenas cosas sucedan, por ejemplo, la edición de número 7 de la Colección Minitauro de la editorial La tinta del silencio.
El número 7 es el preferido de Karla Barajas, autora de Neurosis de los bichos. Ella, sus hijos, sus medios hermanos y su abuela materna nacieron un día siete o un mes siete. Es el número que la persigue llevándole buenas nuevas y eso augura que la edición tendrá generosas crías.
A mí me gusta el número tres, entonces, cuando leí «hora de la muerte 3 de la tarde; causa golpe con el matamoscas», supe que no era coincidencia leerlo. También disfruto leer a Quincho por eso iniciar con «Reflexiones de mosca» me pareció un certero abreboca. Ese laberinto que hace encontrarnos me satisface. Hay más libros que lectores y hay más contadores que escritores, pero cuando el lector o la lectora se encuentra con una narrativa sarcástica se agradece aún más.
El humor negro no es fácil de hallar en la literatura y cuando lo escribe una mujer se convierte en un platillo exótico que se disfruta por la combinación exacta de ingredientes, que provocan el gusto culposo al sentir placer ante la desgracia del otro.
Las dimensiones en la narrativa de Karla Barajas son tan ambiguas como la buena prosa. Nos habla de seres pequeños, insignificantes, que revelan temas actuales, sin juicios ni tabúes, la psiquis de Barajas conoce el juego, es una lámpara que descubre nuestras inquietas sombras.
Los bichos que aborda son pequeños espejos, dónde es cómodo ver cómo reflejan a los otros… siempre a los otros… rara vez a nosotros… nunca, tal vez es la palabra más certera, pero a veces nos olvidamos que portamos un espejo y cuando menos lo esperamos, el manotazo que quisimos darle a una mosca, le da vuelta y nos reflejamos.
La sentencia de la autora es despiadada, parece conducir al patíbulo a su colección particular, pero es sólo un atinado artificio para descubrir la ironía que teje su destino. La metáfora del insecto es un catálogo de disertaciones, es la jauría humana que desbocada se dirige al precipicio, sin más guía que sus torpes intenciones o es la solidaridad que anida en el corazón de los seres, como se descubre en la microficción Túneles.
Es necesario releer cada historia porque cuando crees tener la interpretación, tu subconsciente te recuerda que cada corazón puede anidar la compasión o la crueldad y en esa línea divisoria, se asoman los cielos e infiernos del lector.
*Texto leído en la presentación de Neurosis de los bichos de Karla Barajas, el viernes 3 de marzo de 2017, en la Galería Rodolfo Disner.