No, no se trata de que las mujeres optemos por la homosexualidad, como se podría pensar con el título de esta columna. Se trata de que hombres y mujeres, pero sobre todo las mujeres, tengamos la libertad plena y consciente de elegir qué tipo de relación afectiva deseamos tener, una relación en la que estemos a salvo y podamos disfrutarla desde nuestra propia autonomía.
¿Por qué la necesidad de elegir? Porque vivimos en un orden social heteronormativo en el que se nos inculca desde niñxs y hasta el fastidio, que por “norma” y por “naturaleza” las nenas debemos elegir a los nenes y los nenes a las nenas.
El amor en todas sus expresiones, la amistad, la maternidad, la paternidad por mencionar algunas, son construcciones sociales, es decir están basadas en las prácticas y papeles que la cultura nos asigna a hombres y mujeres, y la cultura en la que vivimos es no sólo androcéntrica y falocéntrica por excelencia, sino heteronormativa.
El asunto es que esa construcción heterosexual a las mujeres nos las enseñan con un aliado infalible hasta ahora: el amor romántico. Gracias a los cuentos infantiles, la Iglesia (religiones en general), las propias historias de vida de nuestras abuelas y madres, la Escuela, las letras de las canciones… aprendemos que nuestra vida sólo tiene sentido al tener un hombre a lado; haciendo sus proyectos nuestros proyectos; siguiendo sus sueños y postergar o eliminar los nuestros porque los de él son más importantes; cuidarlo en su vejez; darle los hijos que él quiera; seguirlo a él donde vaya, dejando en el olvido nuestra propia búsqueda.
Y si en medio de esa relación, encontramos la violencia en todas sus expresiones, simplemente la omitimos porque nuestro chip interno nos dice que lo verdaderamente importante es estar acompañada, porque tener una pareja hombre otorga incluso un lugar en la sociedad. “Soy la novia de, la mujer de, la esposa de”. ¿Qué mujer no lo ha vivido? Todas hemos pasado por esta experiencia.
Nada nuevo bajo el sol. Esto ya lo habían explicado las feministas hace mucho; de las recientes, Coral Herrera afirma que: Las mujeres sufrimos más dependencia emocional que los hombres en nuestras relaciones sentimentales porque la cultura patriarcal nos ha hecho creer que nacemos con un don especial para amar incondicional y abnegadamente.
La imposición de tener a un hombre como pareja nos deja en un campo sórdido y totalmente a merced de relaciones insanas y peligrosas que puede costarnos la vida.
¿Exagero? El 90 por ciento de las mujeres asesinadas ha sido a manos de sus compañeros sentimentales (esposos, concubinos, novios), las mujeres que padecen violencia doméstica, la sufren de la pareja hombre. Y todo lo aguantamos en nombre del amor romántico que se nos inculcó, porque “él es el hombre de la casa, venimos de sus costillas” y demás fábulas misóginas.
Lo cierto es que para las mujeres, optar por una relación heterosexual en esta sociedad patriarcal ha sido sinónimo de peligro: peligro a perder desde nuestra autonomía, libertad, tranquilidad y hasta la vida.
Es por eso la necesidad de elegir conscientemente con quién y qué tipo de relación amorosa quiero en mi vida, lo cual incluye las formas de disfrutar nuestra sexualidad, que en una sociedad falocéntrica sólo es posible a través de la penetración del miembro masculino.
Platicaba la otra vez con una querida amiga la urgencia de replantearnos otras formas de relacionarnos con la Vida que nos haga plenas, libres y alegres, como las relaciones con las amigas, con nuestros animales, con la naturaleza, con el arte, con la comida, en síntesis: otro modo de ser como decía la gran Rosario, en el que un pene no sea el centro de nuestra vida.
Resumiendo. En lo que va de la historia, la heterosexualidad ha sido el opio de las mujeres:
-Porque estamos lejos aún de construir relaciones de pareja basadas en el respeto a la autonomía como personas.
-Porque en nombre del amor romántico, las mujeres hemos permitido violencia hacia nuestros cuerpos, emociones y hacia nuestrxs hijxs.
– Porque diariamente siete mujeres son asesinadas por las mismas manos que les llevaron flores.