A veces los libros llegan a nosotras por casualidad, por necesidad, para cumplir con la tarea o, por un simple encuentro con la palabra y el gusto. Sin embargo, en el orden de las cosas, en la lista de situaciones, los libros por lo general llegan en el momento correcto, claro si uno cree en el destino. Sobretodo, si una se permite que los ojos caminen entre las páginas.
Se convierten pues, en una guía sobre natural e inevitable que una encuentra y adopta; además, nos seduce para explorar la portada, la contraportada, los títulos y nombre de las autoras. Es así como adquieres un oráculo con el cual desempolvas a las palabras, las resucitas, las floreces.
Eso que se dice, ahora nos pertenece y nos construye como un nuevo ser, nos configura. Eso que se dice nos pertenece, porque, nos reconocemos en la propuesta poética, en el personaje de un cuento o de una novela. ¿Cómo la autora sabe eso que sé, lo que siento, lo que me adolece o festejo? Lo sabe porque lo escribe desde su sujeto objetivo, habla de sí misma por y para las demás.
Intento decir, que todxs estamos hechos de palabras. No me refiero solo a la unidad léxica constituida por un sonido o conjunto de sonidos articulados que tienen un significado fijo y una categoría gramatical. Sino que somos palabras, pedazos de palabras: coloridas, tristes, armoniosas, sonoras, nostálgicas, oscuras, llamativas, iluminadas, distantes o discretas. Somos palabras y nos conjugamos en ellas.
Una de mis palabras favoritas están en las primeras líneas de la novela Balún-Canán, de Rosario Castellanos (1925-1974). El conjunto de oraciones aún resuenan en mí, desde la primera vez que la leí a los 15 años de edad:
«Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño en la hoguera. Sube al viento y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y le baste un soplo, solamente un soplo…»
Como se menciona en el fragmento que les he compartido, la palabra es el sujeto conservado, el cual fue quitado por otros que no se percataron que de eso está hecha la memoria. A las mujeres desde hace siglos nos han quitado la palabra, el sistema patriarcal nos ha oprimido y nos han enseñado a enmudecerlas, a enterrarlas, para guardarlas y no evocarlas para defendernos con ellas.
Pero Castellanos, ha hecho de la palabra nuestro hogar, el fuego interno que arde constantemente, el refugio de las lectoras que se maravillan de su ser polifacética.
Su obra nos acompaña a las mujeres en diversas etapas de la vida. Es evidente su preocupación por su género que vive desigualdades, discriminaciones, diferentes tipos de violencias.
Podemos leerla cuando una emoción de desamor o nostalgia se hace presente en relación a nuestra concepción de amor. Con Ajedrez: Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos;/quizá para añadir otro interés/ a los muchos que ya nos obligaban/decidimos jugar juegos de inteligencia/.
O en Destino: Matamos lo que amamos. Lo demás/no ha estado vivo nunca./Ninguno está tan cerca./ A ningún otro hiere/ un olvido, una ausencia, a veces menos./ Matamos lo que amamos. /¡Que cese esta asfixia/ de respirar con un pulmón ajeno!/
La maternidad, su cotidianidad y su oficio poético se encuentra en el Autorretrato de Rosario Castellanos, publicado en el libro Poesía no eres tú, del cual cito un fragmento:
Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres
que por causas concretas.
Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos,
los parlamentos, las decoraciones.
En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto
es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.
Sin embargo, con Kinsey Report, la autora presenta a seis tipos de mujeres en la sociedad. Pasa de la casada, a la soltera, divorciada, religiosa, en abstinencia, lesbiana y la soltera. Este poema largo, surge como respuesta al Kinsey Report de Alfred Kinsey, en donde habla sobre la conducta sexual del género femenino.
Castellanos, escribió libros de poesía, de novelas, texto dramático, libros de ensayos y artículos periodísticos. Depósito sus grandes preocupaciones en sus libros: el tema indigenista y el ser mujer, también sobre el amor, desamor y el conflicto con la muerte.
Tuvo como influencia una corriente emotiva por la escritora chilena Gabriela Mistral, autora de Desolación y Tala, premio Nobel de literatura. Y quien estuvo en México por invitación de José Vasconcelos. De la cual se influenció para escribir De la vigilia estéril, Y el rescate del mundo.
Rosario Castellanos se suma a la triada de figuras que influencian a sectores “muy amplios de la nación y suscita reacciones apasionadas tanto de adhesión como de rechazo”. Ahora está en la misma línea entre la Virgen de Guadalupe, la Malinche y Sor Juana.
A 95 años de su nacimiento, es una viajera de la palabra, la mujer que cobija a otras mujeres con su intelectualismo, sensibilidad y sutileza. La que nace siempre cuando un lectora toma un libro y dialoga con ella.