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Debo confesar que la noticia del asesinato ocurrido en un colegio de Monterrey hizo que evocara mi paso por la secundaria. Por ello, recordé a una compañera de otro grupo que quiso suicidarse a una cuadra del instituto, pero al jalar el gatillo, con los nervios que tenía, sólo provocó el roce de bala en la cabeza, esto de acuerdo a la información que otorgaron quienes conocieron el atentado y comenzaron a expandirlo como si hubieran descubierto un nuevo elemento químico en la tabla periódica.
Esta situación le impactó a la maestra de matemáticas, ya que cuestionaba a los inscritos sobre la situación médica de la ausente. No recuerdo al cuerpo académico manifestándose al respecto. Sin embargo, me pareció que el interés que le dieron a este agravio fue casi nulo, como si ella se hubiera tropezado con una piedra. Nadie nos habló sobre el por qué se puede llegar a actuar de esa manera. Recuerdo que mi amiga y yo nos sobresaltamos ante este hecho, estábamos impactada y tristes. No sabíamos por qué lo hizo, pero tampoco teníamos el valor de irrumpir con la privacidad de la chica. Asimismo, hubieron compañeros que la tacharon de anormal.
Después de unos días, la compañera regresó a la escuela. Parecía otra, ya no usaba de manera recurrente el suéter negro que la había caracterizado. Me dio gusto verla, pese a no tener una cercanía directa, sobretodo, porque ella aún conservaba la única amiga que tenía.
Han pasado casi 12 años de aquél atentado. Me sorprende percatarme que en la institución educativa donde estuve inscrita haya sucedido esto. Considero que la novela policiaca ha saltado de las páginas de un libro a la vida diaria de este país. Además, es sorprendente ver cómo las olas de violencias que anteriormente eran reflejadas en programas de televisión como Primer Impacto, en donde informaban sobre asesinatos en instituciones educativas de Estados Unidos, ocurran en la República Mexicana.
Digo lo anterior, por el adolescente que se suicidó frente a sus compañeros de aula después de haber herido a su maestra y un compañero a quienes una nota publicada por el Excélsior, reporta graves por el balazo que recibieron en la cabeza.
Asimismo, se informa que el chavo recibía tratamiento psicológico porque padecía depresión. Sin embargo, en otros medios periodísticos mencionan que él anticipó el acto que haría a través de una red social. Aunque no se ha esclarecido el caso totalmente, este hecho propició una serie de preguntas.
De acuerdo a datos proporcionados por el portal El Horizonte se informa que «al menos 2 millones de niños y adolescentes mexicanos han padecido de dicho trastorno mental», esto basado con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). También esta página agrega que el 6 por ciento de 33 millones de niños de 15 años ha tenido depresión. Sin embargo, lo alarmante es que especialistas apuntan que en 10 años esta enfermedad será la segunda causa de discapacidad en el país.
La depresión es una de las enfermedades más silenciosas que afecta el estado de ánimo de las personas. Por ello, es recomendable saber identificar la tristeza pasajera de un trastorno depresivo y no dudar en acercarse a un psicólogx.
El caso de la compañera y del regio es uno de los tantos ejemplos de las situaciones de desesperanza que se está viviendo en este siglo, donde hace falta el trato humano en este país que está siendo saqueado, donde las mujeres siguen siendo asesinadas, lxs infantes sufren violaciones, y cada día hay menos oportunidades laborales y si las hay, en bajas condiciones.