“Para los niños trabajamos, porque los niños son lo que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran Y nos vean como cosa de su corazón”. José Martí.
En la edad media había hambre, escasez, pobreza. Se dice que la muerte por aplastamiento encubría el asesinato de familias que ya no podían alimentar a un miembro y ahogaban a los bebés con almohadas para evitar ser juzgados por las autoridades. Los infanticidios eran comunes.
En la edad media, un tiempo caracterizado por la hambruna y la escasez constante de alimentos que, con mucha frecuencia, con una frecuencia aterradora, conducía al infanticidio. Añaden esos estudios que la historia de Hansel y Gretel tal y como la conocemos ahora es sólo una versión esterilizada para las clases medias del siglo XIX. De hecho, aseguran que en las primeras copias de la colección de los hermanos Grimm, en las que no había madrastra alguna, era la propia madre quien persuadía al padre de que abandonara a sus hijos en el bosque para que así murieran de hambre” (Rivera, 2012:33). Se dice que en esa versión la madre era la bruja.
Los niños y niñas son un sector vulnerable, el más débil en tiempos de miseria. Veía un reportaje sobre la explotación sexual en donde narraban cómo niñas vírgenes sirven para pagar adeudos familiares, la madre entrega a la hija al pederasta y espera a que termine la violación.
La infancia llena de abusos y explotación sexual en lugares con pobreza extrema debería inquietarnos y ser un tema constante en la opinión pública y en la agenda política. De ahí la importancia del fortalecimiento de mecanismos legales para brindar familias a niños y niñas, adolescentes en situación vulnerable, quienes les proporcionarán oportunidades y certificarán el cumplimiento pleno de sus derechos; Derecho a la identidad, a través de actas de nacimiento, que garantizan un nombre, una nacionalidad que les otorga el acceso a servicios de salud, educación, y protección contra la trata, la violencia y la explotación.
En la Edad Media, a falta de métodos anticonceptivos, falta de información, las familias eran grandes. En la actualidad se debe frenar el número de integrantes en las familias (sea el tipo de familia que sea), promover la maternidad y paternidad como una opción no obligación que implica tener tiempo para transmitir hábitos, y valores, estimular a temprana edad, educar, vacunar, llevar al doctor… cubrir las necesidades afectivas. La educación sexual y educación emocional juegan un papel fundamental prioritario en el control de la natalidad de la población y directamente en la calidad de vida de niños, niñas y adolescentes.
Como sociedad, nos hemos convertido en la bruja que devora niños vulnerables, la madrastra, o el padre que se queda callado y es exonerado de culpas por pasivo, pero igual es culpable.
Fuente: Rivera Garza, Cristina. El mal de la taiga. Tusquets Editores. México 2012.