MODELOS MASCULINOS
Por: Alfredo Rasgado Molina/Colectivo La Puerta Negra
El valiente, el arriesgado, el fuerte, el atrevido, el intrépido, el aventurero, el amante,el que sabe, el heterosexual, el viril, el cariñoso, el protector, el hombre de familia.
Estas características, que suenan a un juego de lotería, son algunas definiciones o perfiles bajo los cuales los hombres nos identificamos en el proceso de aprendizaje para ser hombres, pero todas con un mismo significado: el ejercicio de poder.
Aprendemos a identificarnos y diferenciarnos de acuerdo al contexto social, cultural, económico, religioso a partir de nuestros referentes más cercanos: papá, mamá o algún familiar que coincida en nuestros espacios de relaciones. Vamos aprendiendo y cimentando formas, modos, códigos, símbolos y complicidades con otros hombres, de tal manera que el ejercicio de poder se colectiviza, se reparte, se colude y se deslinda beneficiando al que lo posea. Ejercemos el poder con muchas caras, con muchas máscaras; desde la máscara de la víctima hasta la del victimario. De esta manera, el poder se crea, se construye, se transforma a favor a comodidades y en ello el contexto social, la coyuntura impactará en mayor o menor medida, estableciéndose relaciones de poder y por consecuencia relaciones subordinadas.
El poder, pues, a la par de que se crea o se construya, también se otorga, se hereda verticalmente y sin objeciones; eso sí, históricamente se ha identificado a quienes deben poseerlo y ejecutarlo: los hombres. Se genera una masculinización del poder. Para que el poder prevalezca y se celebre, se inventan rituales de paso para su beneficio. El primero de muchos rituales es la identificación del sexo; nacer con pene es el primer poder innato privilegiado. Así los hombres vamos accediendo a privilegios a través de espacios construidos bajo lógicas masculinas, sumándose elementos como la libertad, la toma de decisiones, la palabra, el poder de mando. “Las del otro bando”, las que han nacido con vagina para acceder a estos privilegios tienen que aprender y actuar bajo lógicas masculinas para el ejercicio de poder masculino.
De esta manera y una vez edificados los escenarios, las máscaras de la masculinidad se activan y la competencia por sumar privilegios estará al mejor postor de quien juegue mejor sus piezas en el ejercicio del poder. ¿Los premios? Todo lo que esté al alcance o pueda disputarse, siendo las mujeres las principales personas de subordinación y cosificación. ¿Otros hombres en estos premios que puedan subordinarse, disputarse y cosificarse? Quizás sí. Pero recordemos que el poder se colectiviza y hasta el hombre subordinado u oprimido tendrá privilegios, ejercerá poder y encontrará colusiones en sus espacios de relaciones.
Así encontramos cuatro modelos o arquetipos bajo los cuales la masculinidad se ejerce, reproduce y construye estructuras de poder para coexistir: EL REY, EL GUERRERO, EL MAGO, EL AMANTE.*
Se podrían enumerar más arquetipos, pero estos que los compañeros del Instituto WEM, con sede en Costa Rica, han clasificado, apoyarán a la reflexión sobre las máscaras que usamos los hombres para los ejercicios de poder.
El Rey, busca permanentemente ejercer el poder y el control, porque necesita que se le obedezca y se le reconozca su autoridad. Entre sus características y actitudes encontramos: no escucho, hago preguntas y doy órdenes, me gusta tener el poder, sea para mandar o para ayudar, también me gusta coordinar, dirigir a las personas para que logren sus objetivos, me gusta sobresalir y soy muy exigente; y expresiones como: me tienen que obedecer, aquí mando yo, se hace lo que yo digo, entre otras.
El Guerrero, se caracteriza por la necesidad permanente de defender y proteger el territorio, para lo cual el hombre guerrero debe ser valiente y muy frío en la expresión de sus sentimientos, ya que siempre tiene que demostrar ser “el fuerte” y “el duro”. Entre sus características y actitudes encontramos: controla el territorio (a la mujer también); le encanta proteger a las demás personas; es muy posesivo y celoso; frío en sus emociones; no tiene miedo a nada ni a nadie; es muy callado, pero cuidado puede ser agresivo.
El Mago, hace referencia a la sabiduría, a los conocimientos. El hombre mago es aquel que piensa que “lo sabe todo” y que siempre tiene la razón. Tiene la necesidad de que reconozcan que él es el que sabe (eso es lo que lo distingue), y por consecuencia quién lo cuestiona de lo que sabe se atiene a las consecuencias. Si no puede con algo, inventa y engaña para demostrar que sabe.
El Amante, es el que sobrevalora la sexualidad (reduciéndola a actos cóitales) y a partir de ello organiza su vida alrededor de las aventuras sexuales. Por lo general se involucra en problemas debido a su comportamiento sexual, se deja llevar por el impulso sin medir sus consecuencias y a menudo ve a las mujeres como objetos sexuales a su disposición.
A partir de estos modelos los hombres ejercemos y controlamos las relaciones psico-afectivas y sociales. Generando así, de algún modo, un plus masculino, lo que Bourdieu definiría como la “hipermasculinidad” a los hombres que logran ejercer cualquier arquetipo, significando una competencia entre los aspirantes, cosificando a las mujeres y la reproducción de las desigualdades de género. El fin último de vivir estos modelos es mantener la hegemonía masculina y control de las relaciones basadas en ejercicios de poder.
Es importante ubicar y reconocer las consecuencias de vivir y ejercer estos modelos masculinos. A los hombres, en el eterno juego de la competencia por demostrar cuan hombre se es, puede llevar a experimentar crisis personales que lejos de reflexionarse se transmiten en conductas violentas.
¿Cuáles son los costos emocionales? Los supuestos privilegios que dan los modelos masculinos ¿qué tanto son una carga? Cumplirlos a cabalidad generará relaciones desiguales, violentas y de poder hacia otros hombres y hacia las mujeres.
¿Queremos realmente establecer y vivir nuestras relaciones de esta manera?
* Campos Guadamuz, Álvaro. Así aprendimos a ser hombres. Serie pautas para facilitadores de talleres de masculinidad en América Central. 2007, Costa Rica.