-¿Qué no pensás, dónde van a entrar los toros?- dijo César cuando su papá le entregó el establo terminado. El constructor rio e hizo una tranca con palitos de madera y alambre.
El establo en el patio de su casa alberga alrededor de tres caballos, dos vacas, y un toro de plástico. Me dio ternura, me sentí identificada, también construyo juguetes. Afuera de su casa, una mototaxi conducida por tres chicas anunciaba la Toreada, mientras la familia de César platica. Desayunan frijoles con queso, tortilla, tripa asada, chilmol y aguacate.
Fátima juega con Samantha a observar flores, a tocar las rosas del altar que construyeron los habitantes de la colonia para la abuela que se marchó a principios de mes. Flores de diferentes tipos y colores, cirios, iluminación para su camino.
La infancia en la colonia huele a flor, a tierra, a tripa sobre la braza. La sociedad descontenta, no ha tocado a los niñxs, “donde el progreso se mide en términos de poder, propiedades y fama, o en términos de cumplimiento de la libertad, la igualdad y mitigación del sufrimiento. El progreso puede medirse, principal o exclusivamente, con la vara de desarrollo de la producción, la creación de privaciones siempre cambiantes y cuya satisfacción es cada vez más costosa” como lo dice Heller, Agnes en su artículo “La Sociedad descontenta en la revista Nexos México, N.13 año 1984.
En la capital la estructura de necesidades busca y estimula el aumento de la producción, el aumento del consumismo, de poder y dominación desde la infancia y eso es fácil de corroborar platicando con los niñxs, quienes conocen marcas, modelos, costos, centros de distribución de juguetes de preferencia electrónicos. Mamá y papá trabajan más de ocho horas (carísimo en términos afectivo) para complacer a los pequeñxs sobrecompradxs quienes aspirarán a obtener la colección completa de juguetes, incluidos baterías y accesorios. El juguete, símbolo de estatus, genera aumento de poder y dominación frente a los demás niñxs.
El establo de César es hermoso, y él coloca con orgullo y satisfacción las piezas, comparte con su primo. Sigo pensando en su desayuno, en Tuxtla Gutiérrez hay casas con piso y juguetes costosos, pero se come la semana entera frijoles con huevo y tortilla, quesadillas o cereal porque hay que pagar las tarjetas.
Cuando veo empresas saqueadas, quemadas o con cristales rotos, bloqueadas, pienso que el descontento general, toda protesta contra la opresión y dominación de la cultura, del sistema de valores comienza con una conducta de consumo autosustentable o principalmente sustentable. Dejar de predicar contra las falsas necesidades, respetar los diferentes estilos de vida, capaces de ofrecer patrones normativo-morales para la buena vida es necesario. Se puede empezar con unx, y después con los niñxs, enseñándoles el valor de la vida.