Leí La mujer en la escena teatral latinoamericana de Cara al Siglo XXI, Memorias de los encuentros 2015-2016, Editorial Azul Turquesa. Descubrí que se trató de una invitación donde las personas reflexionaron, afrontaron cada palabra en el título como enfrentan los retos en la vida, teatro y cualquier actividad artística y cultural. Ser mujer, dramaturga, ser mujer dramaturga en el siglo XXI, ser artista en un país donde se necesitan estrategias para la creación de públicos e integrar a la población al teatro, a la lectura… para brindar así nuevos escenarios a las generaciones actuales.
Ser mujer en un país donde la cultura es machista y está mal visto regresar de noche a casa luego de los ensayos, donde primero estudias y “luego haces lo que te gusta”, si tu marido lo permite… si no te casas y o no tienes hijos también es mal visto pues no se concibe a una mujer empoderada y que decide sobre su vida y su cuerpo.
Ser, en un país donde según la ONU siete mujeres son asesinadas cada día y de la peor manera… “por eso es vital que hayan mujeres escribiendo, creando en sus comunidades, dirigiendo, actuando, recordando, citando a otras mujeres y poniéndolas como modelo a seguir; mujeres haciendo comunidad, iluminando los horizontes artísticos” escribe Conchi León.
Cada ponencia es una propuesta distinta, de gran utilidad para ser retomada por los actores, actrices sociales, los dramaturgos de la política y sus títeres. Para los docentes que ven en el salón de clases focos rojos, a sus niños y niñas hablando de “cocayina” y ese no puede ser el único escenario que tengan en mente, para ellos se encuentran ejemplos claros de cómo han cambiado la vida de mujeres, jóvenes, niñas y niños, de sus comunidades con las puestas en escena a lo largo del territorio mexicano y sudamericano.
“El teatro es un espacio para resinificar la vida cotidiana, porque es un espejo, a través del cual podemos mirar la realidad y al mismo tiempo, nos permite crear imágenes sobre el mundo que deseamos vivir, plantear estrategias para provocar cambios personales y colectivos,” escribe Carmen Trejo.
Es también un libro que recomendaría a cualquier persona interesada en generar proyectos culturales y darles continuidad, pues se plantea uno de los retos más importantes para el artista: la formación de un público.
Es también una necesidad poner un costo al trabajo como propone Abril Gisell Góngora “Podrían ser las cosas más sencillas, pero si se cobra las entradas a los eventos en los festivales, un pago módico es suficiente, es una buena estrategia para acostumbrar al público a pagar lo que consumen en arte.”
El libro fue editado por la Editorial Azul Turquesa Teatro, que dirige la dramaturga chiapaneca Damaris Disner y la complicación realizada por Ana Várguez, directora de los encuentros.