UNO
El gusto por los uniformes es algo que adquirí de grande, cuando era niña estaba, totalmente, en contra de su uso obligatorio. En la primaria me la pasé usando la blusa azul de cuadritos con blanco con las combinaciones más diversas que iban desde un short azul que me encantaba hasta un “pans” gris que estaba roto de tanto uso. Por fortuna la escuela no era rigurosa en cuanto al uso del uniforme.
En la secundaria la historia cambio, el uso del uniforme era obligatorio. Las mujeres teníamos que usar tres veces a la semana un “jumper” espantoso, que siguen padeciendo quienes van a las secundarias federales en México. Ese uniforme no está pensado para usarse en temperaturas como las de Chiapas que llega hasta los 40 grados y donde en un salón tienen que convivir hasta 40 estudiantes.
En el último grado de secundaria encontramos una forma de burlar el uso del “jumper” con mis amigas. Todos los días, sin que nos tocara educación física, íbamos con el uniforme deportivo. Algun@s profes entendían bien nuestra situación y no nos decían nada, pero otr@s se empeñaban en que usáramos el horrible uniforme formal.
El problema con el uso del “jumper” es que no podíamos jugar “burro al hoyo” –no le cuenten a mi madre, porfitas-. Tampoco podíamos practicar fútbol, que jugaba solo por convivir con mis amigas porque, realmente, era muy mala. El uso del uniforme nos ponía en desventaja en cuanto a la realización de ciertas actividades, además, de que para nuestro gusto era incómodo.
DOS
El gobierno de la Ciudad de México dio a conocer este lunes 03 de junio que cambio la disposición que obliga a las niñas a usar faldas como uniforme y a los niños pantalones. El cambio permitirá a unas y a otros a usar lo que prefieran.
La medida no requirió la derogación de recursos y sin embargo es significativa en cuanto a equidad de género. No es suficiente, no es la más importante, pero es significativa y pone de manifiesto que en muchos asuntos lo que se requiere es “solo” voluntad de querer cambiar los paradigmas con los que está sociedad ha sido construida.
Desde hace décadas es común que las mujeres utilicen pantalones, pero cuando se habla de uniformes el asunto cambia pareciera que la escuela, el lugar que debería de ir pasos adelante, en ese tema se quedó anclada.
La escuela reproduce lo que somos en la sociedad. Un salón de clases es una sociedad en versión “petit”. En la escuela no solo se aprende de matemáticas o español también se refuerzan o se cambian imaginarios sociales como lo es la construcción de género. Cuando desde una disposición oficial se dice que el uso de la falda es exclusiva para niñas y el de pantalones para los niños lo que se hace es reforzar los estereotipos de género, hacer una diferencia, encasillar a las personas.
Desde que somos niñas nos enseñan a sentarnos a manera de que no se nos vean los calzones cuando usamos falda –yo jamás aprendí-, a veces, a las personas les perturba tanto el tema que están más preocupadas por eso a que el proceso de enseñanza-aprendizaje se esté dando o que las niñas estén cómodas. ¿Qué tantas cosas podrían hacer las niñas de no estar empleando tiempo y esfuerzo en estar cuidando que no se le vean los calzones? ¿Qué tantas actividades podrían hacer si la vestimenta no fuera un impedimento?
TRES
El uso del uniforme tiene ciertas ventajas: no hace diferencia por clase social, es más cómodo para algunas personas ya que no les obliga a pensar qué ponerse o cumplir con ciertos estándares, se puede ahorrar recursos en ropa, en fin, tiene sus aciertos.
Pero, el uniforme debe de ser una opción y no una obligación. Debería de responder a los contextos locales y ser neutro, no debe jamás ser un impedimento para realizar actividades, sino por el contrario las debe de facilitar.
La forma de vestir es siempre también una forma de irrumpir. No hay nada que perturbe más a las personas que la forma de vestir del otro o de la otra, cuando no se cumple con lo establecido las y los demás suelen a uno sentirse cómodos, no hay que temerle a lo diferente, a la forma en cómo las y los estudiantes desean estar en la escuela. “Un cuerpo que no está quieto, inquieta”. Ojalá y pronto la medida de los uniformes neutros se retome en todo el país. Ojalá y pronto nos preocupe más fomentar el pensamiento crítico de las y los estudiantes, que la obediencia.