“El tango era el reggaetón de los años veinte” me dijo hace un tiempo un amigo que le gusta está música y que me aseguró que negaría el dicho de manera pública si me atrevía a publicarlo así que por eso no pongo su nombre.
Una de las características del arte es que refleja a la sociedad o parte de ella en un momento determinado. El tango no se escapa de esto. Nace en una sociedad sexista y eso se percibe en las letras de los tangos de los años veinte escrita por hombres con prejuicios machistas muy fuertes.
Debo de aceptar –como gusto culposo- que me gustan los tangos de esa época. A veces me es muy difícil abstraerme de la letra y lograr sólo escuchar la música; pero cuando lo logró lo disfruto mucho.
El baile del tango para muchas personas también tiene una gran carga machista ya que es el hombre quien conduce el baile –aunque esto también pasa en otros géneros-. Sin embargo creo que sería muy simple afirmar que el papel de las mujeres es tan sólo el de dejarse llevar por lo que marca su pareja.
La belleza del baile del tango, precisamente, radica en el grado de compenetración que tiene la pareja. A diferencia de otros géneros es difícil que cada uno ande por su lado bailando, tienen que estar “conectadxs”, apoyándose de manera mutua en sus movimientos. No porque estén haciendo, exactamente, el mismo paso, sino por el contrario porque hacen figuras distintas que sólo se logran admirar a plenitud si la pareja está compenetrada.
Más allá de sus orígenes el tango y las personas que les gusta este género han logrado darle un resignificado al baile, la música y la letra. Ahora se conocen de grupos de mujeres que ejecutan está música y la componen. Podemos escuchar otro tipo de letras alejadas del sexismo y darle otra lectura al baile.
Me da mucho gusto que en Tuxtla Gutiérrez el tango se esté popularizando poco a poco gracias, en gran medida, al trabajo que está haciendo la academia de arte Visualizarte que ofrece clases de baile de este género y últimamente organiza milongas –fiestas en las que se baila tango- en las instalaciones de la Galeria Rodolfo Disner.
Si hasta la música logra sacudirse el sexismo, qué digamos nosotrxs. En el camino andamos.