-¡Cómo es posible, era tu responsabilidad! Nos comprometimos con Dios a cuidarlo, vestirlo, darle un hogar…- decía don Rogelio viendo al niño con sus bracitos abiertos, el dedo índice (el que le quedaba bueno) apuntando a los culpables, el otro no lo encontramos, ni un pedazo de su pie.
Me hinqué a llorar, a rezarle un rosario, mientras mis jefes se peleaban. El pobre del Tabaco, perro de color negro con partes caoba, me veía arrepentido y me parecía ver sus labios negros hacia abajo. Yo rezaba por su perdón.
-No seas macho, ¿te escuchaste?, me dices; ¡Era tu responsabilidad! Ah, pero eso sí, nos comprometimos a cuidarlo. Si las cosas hubieran salido bien, entonces caminarías erguido a mi lado, mientras yo mostraría al niño con la ropa de mayor calidad y tu mamá nos felicitaría por propiciarle buenos cuidados. Ah, pero como las cosas salieron mal y el perro se comió al niño, entonces yo tengo la culpa- dijo mi jefa, doña Engracia, enfadada.
-¿Bueno, qué vamos a hacer? No podemos llevar al niño mordido, se quedó tuerto, sin manita, lacerado en el estómago, sin un pie… ¡Nos lo encargaron!
-¡Deja de llorar!, compramos otro y ya- me dijo mi jefa, mientras yo rezaba con devoción, porque desde que vi al niño de mi color, lo sentí mío, supe que era milagroso y desee conocer Guatemala en donde pintan a nuestros niños del color de nuestra piel y nuestra alma se refleja en ella.
-Claro, como fue tu rottweiler… si te lo dije. ¡Ese es el perro del anticristo! ¿No viste la película?, era el perro del chamaquito ese Damián, la encarnación del mal- a esa hora, mi corazón ya no podía más con la culpa, si el pobre tabaco es el perro más inteligente, trabajador, leal y torpe que conozco, me puse a llorar mientras mi jefe seguía con la letanía- ¿Cómo vamos a comprar otro? Este niño Dios, lo trajo mi madre desde la procesión en Chiquilajá, es un Niño Dios del Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala.
-Dejé la puerta abierta y el Tabaco bajó al niño de la mesa y lo masticó. Córranme si quieren, no me paguen, él no tiene la culpa de nada- confesé. Córranme, córranme después de trabajar con ustedes veinte años…
Ese mismo día conocí Guatemala y agradecí en su iglesia al Cristo Negro por todo.