¿Adaptación o aceptación?
POR: ELIZABETH PATRICIA PÉREZ
Foto principal: Karina Álvarez
Como parte de la rehabilitación que debe tener toda persona ciega o débil visual, es el manejo del bastón blanco como parte de su orientación y movilidad, es por ello, que a partir del 2011, comencé a promover este tipo de cursos en San Cristóbal, en dicho curso tuve la oportunidad de conocer a grandes personas, que hasta en ese momento desconocían otra manera de vivir con una discapacidad.
Conocí a Blanca Sántiz, una chica joven, profesional teniendo la licenciatura en la enseñanza de idiomas, y sobre todo mamá de un pequeño de 4 años, ella me relató lo difícil que puede ser en ocasiones caminar por una ciudad cuya infraestructura no es la adecuada, aunque quizás, lo peor, es de vivir en una sociedad que va deshumanizándose ante las necesidades y circunstancias de los otros.
Ella me comenta: Cuando hablamos de discapacidad pareciera que estamos hablando de un tema muy simbólico, hasta algunos podrían pensar en esto como un tema aislado, un tabú. Algo que no debería ser mencionado como parte de la cotidianidad de una sociedad. Entonces quizá muy poca gente se imagine que pararnos un poquito y observar el sentir profundo de personas con discapacidad podría llegar a ser una experiencia de humanidad.
El sólo hecho de escuchar las dificultades por las que puede atravesar una persona con discapacidad nos empuja a repensarnos la vida desde otra manera de hacer las cosas. Y entonces nos abrimos a un mundo de posibilidades que con o sin discapacidad podemos palpar mentalmente. Sin embargo esta experiencia es un aprendizaje al que muchos hemos de llegar de diferentes formas, dependiendo de la actitud. Por ende en mi cotidianidad desde que perdí parcialmente la visión a los 17 años, he lidiado, concientizado, y transformado diferentes aspectos en mi vida individual y por lo tanto en mi vida social, los cuales me han posibilitado y empoderado para llegar a ser capaz de escucharme a mi misma y también ser capaz de escuchar a los demás. Porque esta es la capacidad que realmente nos da la calidad de vida que todos merecemos. Hemos llegado a un grado de anti-humanidad que no nos deja ser nosotros mismos y tampoco deja ser a los demás.
En este sentido me parece importante compartir una palabra inventada por la escritora nicaragüense Gioconda Belli, quien es su libro El país de las mujeres re-inventa una nueva manera de vivir en CUIDADANÍA, es decir un país donde todos cuidan de todos. Me parece que aunque sonara utópico realmente es lo que desde muchas partes del mundo y desde muchas formas de expresión se anhela. Las personas con discapacidad ya no queremos ser víctimas y para eso estarnos trabajando también desde nuestros propios procesos de aceptación y empoderamiento, así como muchas otras personas sin discapacidad lo hacen.
El anhelo de calidad de vida y de dignidad no emergen solamente por la discapacidad, el género, la nacionalidad o las creencias. Este anhelo surge innato e intacto por el simple hecho que todos somos seres racionales, seres con sentimientos y sueños. Es por ello que no podemos esperar la actuación de las personas a cargo de los países, sino más bien esperar de nosotros en la autogestión y el empoderamiento para actuar nosotros en nuestro propio beneficio como sociedad.
Ello no descarta que las autoridades o gobernantes funjan sus papeles como tales y que propicien todas las mejoras posibles para tener mínimamente una vida con calidad.
Escuchar a Blanca, me reafirma lo ya planteado, hay que adaptarse a la discapacidad traducido como la deficiencia funcional para luego agarrar las fuerzas y emprender el camino ya con una nueva condición de vida, y esto nuevamente me conlleva a mencionar que si no se da primero la rehabilitación emocional no podría efectuarse la rehabilitación propiamente dicha.
Elizabeth impartiendo taller para sensibilizar sobre la discapacidad visual. Foto: Cortesía.
En este sentido, reflexionando un día me cuestioné, ¿una discapacidad se acepta o nos adaptamos a ella?:
La palabra aceptación, del latín aceptatio, que significa de prestar conformidad, aprobar o admitir, ello me hace pensar que nacer o adquirir una discapacidad no nos orgullecemos de ella o nos conformamos a ella, esto es, siempre buscamos los modos para revertirla de manera médica, hasta ahora no he escuchado a nadie haber dicho:“¡bienvenida sea mi discapacidad!”, y conformarse a ella.
Sin embargo, para mí la palabra adaptación, del latín adaptare, palabra compuesta por dos partes, el prefijo ad que equivale a “hacia” y la palabra aptare traducido como “ajustar o equipar”, este verbo que hace referencia a la acomodación o ajuste de algo respecto a otra cosa, me conlleva a decir que en una discapacidad, en vez de situarnos en un conformismo o resignación, nos lleva a buscar medios o modos de cómo restablecer la función perdida por otra que simplifique o facilite la nueva condición, y entre ellas para la discapacidad visual nos encontramos con el sistema Braille, las técnicas de orientación y movilidad entre otras, esto es, sustituir unas cosas por otras y no abandonarlas e integrales.
La adaptación supone el ir adecuando unas necesidades por otras que posteriormente puede conducir a la aceptación, para poder vivir todo este proceso cognitivo y emocional siempre se hará necesario contar con el otro, y como lo menciona Blanca, reflexionar y hacernos más humanos ante los otros es lo que va construyendo una verdadera sociedad y por consiguiente la edificación de un YO como un ser integral en donde las diferencias sean lo que nos complemente como personas plenas.
“Cuando yo era niño mis compañeros de mi escuela pensaban que yo tenía discapacidad, los maestros hacían distinciones entre nosotros, algunos los señalaban como brillantes otros como aplicados y los menos privilegiados como los burros o torpes. Un día, en una actividad escolar el maestro hizo un círculo en el patio de la escuela, dejándonos por fuera a los burros y a los torpes y entre ellos YO. Al ver que el maestro nos ignoraba y no se preocupaba por nosotros, tomé el mismo gis y a la vista de todos yo hice un círculo más grande para incluir a todos en la actividad… y sabes qué pasó? el maestro se quedó asombrado de que YO, con mi supuesta discapacidad, tuviera la iniciativa y la valentía para hacer tal cosa”. Yadiar Julián
Psicóloga y rehabilitadora visual.
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