A veces pienso porqué huimos de los problemas y adversidades, ya que a lo largo de mi estancia en la cárcel he aprendido algo muy bello: vivir.
De cada situación he podido sacar el mayor provecho, por mi crecimiento personal, emocional y espiritual. En lo personal me siento más humana y cercana ante las injusticias que a diario se viven en el mundo, sin embargo no me aprisiono en estancarme en cosas que no puedo resolver ya que para mejor opción elijo ser yo misma y contribuir con mi granito de arena a vivir en armonía con mi entorno donde quiera que esté.
Aprendí que la cárcel no es una limitante para ser feliz, tampoco un motivo para estar amargada o molesta con la vida. Es como decía una compañera, la mejor escuela de la vida, no porque haya deseado estar aquí sino porque aquí aprendí lo que desafortunadamente no entendí a cuando estuve en libertad.
Por ello las invito siempre a vivir cada día al máximo porque esta vida vale la pena ser vivida sólo por el hecho de que es mi vida, tan importante para mi existencia, esto lo aprendí estando en contacto con mi espiritualidad que no es más que estar contigo misma, amarte y respetarte, crecer y valorarte en tus capacidades y calidades propias de ti misma.
Saludos a las y los lectores y espero sea de mucha ayuda estas palabras y experiencias compartidas.