Abrí los ojos al 2017 y quería cerrarlos un ratito más por los resultados de las reformas energéticas, educativas, financieras, hacendarias y laborales; de los votos y decisiones impulsadas por la meritocracia y el individualismo; porque a decir verdad conozco a personas que durante años se aferraron a la idea de que con trabajar, prepararse académicamente, luego obtener una plaza y comprar carro, casa, casarse, envejecer y jubilarse, estaban exentos de la volatilidad del peso, de los despidos injustificados, de la contaminación, del desabasto de los alimentos, de la trata de personas, de la explotación… y de sus bocas escuché:
¿Y a ti qué te importa que no se cumpla con los horarios de lactancia en las oficinas de gobierno?, ¿y a usted qué le importa que le peguen a un niño que no es su hijo?, ¿y a ti que te importan los feminicidios?
Quiero cerrar un ratito más los ojos para no pensar en las luchas que vendrán, en la violencia que se desatará; no la de los saqueos a tiendas, no la quema de gasolinas, lo que me angustia y en lo que no quiero pensar es en el aumento de las desapariciones forzadas en niñas, niños y mujeres. A la trata de personas que en buena medida gracias la violencia cultural que legitima la violencia estructural pone en una situación desfavorable a esos sectores vulnerables, y se convierten en mercancías para satisfacer intereses económicos y privados. Es decir, con la pobreza extrema habrá más posibilidades de que su hija e hijo niña, niño, adolescente o joven sea robado para explotación sexual, tráfico de órganos o reclutado en pandillas o narcotráfico.
También me da miedo revisar el Facebook: “Los mexicanos perdieron el 80% de su poder adquisitivo de 1987 a 2016, duplicando los niveles de pobreza, al pasar del 31% en 1994 al 62% en 2015”, según datos del Banco Mundial.
Cerré los ojos y abracé al nuevo año con optimismo. Quizá a quiénes no les importa el otro y la otra se den cuentan que estamos conectados política, económica y culturalmente y se sumen a las luchas o por lo menos cuando vean a manifestantes exigiendo sus derechos laborales no los insulten, dejen de decir flojos, comiencen a comprar productos locales, a valorar a las personas por lo que son y no por un título, color de piel, modo de vestir, que presente atención a los discursos de quienes los representarán, porque lo que hoy ocurre fue planteado dentro de la candidatura de nuestro presidente actual.
Voy a abrazar con más fuerza al 2017 porque inició triste y nada llena más que un abrazo.