Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa, enviada
Cimacnoticias | Mérida, Yuc.- 25/01/2016
Como una paradoja, el Teatro José Peón Contreras en esta capital yucateca –emblema porfirista de la época de esclavitud en las haciendas henequeneras del estado– fue también recinto del Primer Congreso Feminista de 1916, impulsado por mujeres convencidas –desde diferentes posturas ideológicas– de que se deberían conquistar derechos políticos y sociales para las mexicanas de entonces.
Tres meses habrían tardado las organizadoras –la mayoría maestras socialistas– para preparar el Primer Congreso Feminista de Yucatán, cuya convocatoria estuvo lista en diciembre de 1915 y que se realizó finalmente el 13 de enero de 1916 en el Teatro José Peón Contreras, construido en 1877 para presentar fastuosos espectáculos artísticos y de ópera para las familias adineradas de la región.
En sus tres niveles de palcos y bajo una gran cúpula pintada, el recinto recibió durante cuatro días consecutivos a cientos de mujeres, quienes –como condición mínima, según la convocatoria del Primer Congreso– debían saber leer y escribir, para discutir los cuatro ejes temáticos impuestos de antemano por el general Salvador Alvarado, el entonces gobernador yucateco.
¿Habría sido esta restricción que impidió la asistencia de las campesinas más pobres lo que motivó a Elvia Carrillo Puerto –socialista yucateca y pionera del feminismo en México– a no presentarse a este evento?, se preguntan ahora las historiadoras.
En ese contexto político y social –en el que la única oportunidad formativa y laboral independiente para las mujeres era el magisterio–, las congresistas discutieron desde su visión personal o grupal el papel de la escuela, el Estado y los medios sociales que contribuirían a “manumitir (liberar) a las mujeres del yugo de las tradiciones”, así como las ocupaciones y las funciones públicas que ellas podían desempeñar.
La mayoría de las congresistas se apegó a una perspectiva feminista más próxima a los principios de la Revolución Mexicana (iniciada seis años antes) que a las ideas porfiristas.
La diversidad de argumentos de las feministas de la época mostraba “que los ideales positivistas y socialistas alternan cómodamente con conceptos tradicionales expresados en el más puro romanticismo decimonónico”, destaca en artículo publicado en el número 30 de la revista Fem en 1983.
Como evidencia, entre los argumentos de una de las congresistas para desechar la educación integral para las mujeres estaba que “¿es posible enseñar hoy en nuestras escuelas toda la realidad de los hechos de la vida? No digan que tengo miedo, no, pero es que la maestra no puede conocer a todas las jóvenes (…); que la madre sea a la que le toque enseñar estos puntos fisiológicos de la vida”. Otro argumento era: “La mujer ilustrada muy difícilmente se casa”.
Por otro lado, entre las ideas entonces vistas como las más radicales, se cuestionó: “¿Por qué le temen a la mujer que tiene vastos conocimientos? Porque al comprenderlos, al considerarlos a ellos menos instruidos que nosotras, no los podríamos amar, los despreciaríamos, y no los veríamos superiores a nosotras y no podríamos menos que sentirnos más que ellos”.
El artículo de Fem difunde el comentario de un cronista de la época: “En la mañana nos dimos cuenta exacta de la importancia de este Congreso. Nuestras mujeres se reúnen por primera vez para tratar asuntos de trascendencia revolucionaria y, ante el asombro de los hombres, los tratan con cierta sobriedad inesperada, y con un tino”. ..
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