Karen de la Torre/LADO B
En una escuela secundaria del sur de la ciudad hay un estudiante suspendido. Hace apenas dos semanas delicados rumores corrieron por las instalaciones de la institución y se instalaron en la oficina del director: así, éste se enteró de la existencia de cierto video que comprometía la integridad y dignidad de una de las alumnas.
El Manual de Convivencia Escolar para educación básica indica que las faltas de los estudiantes deben indagarse.
La dirección lo hizo y fue entonces cuando dieron con el punto clave que había ocasionado el carácter volátil y las bajas calificaciones de Andrea*: en diciembre -durante una tardeada de despedida de periodo- sufrió una agresión sexual por sus mismos compañeros de la secundaria.
Andrea tiene 14 años y cursa el 3ero de secundaria. Desde que a su mamá la llamaron de la dirección ha insistido en buscar justicia: “Yo sí quisiera que hubiera represalia contra ellos, esto no se puede quedar así”, dice la señora.
Cuando fue al Centro de Justicia para Mujeres recibió una advertencia: “En el Ministerio Público la van a atacar”, y es que lo que pasó el día de la agresión sexual llevó consigo -según el aviso dado- elementos que hacen que la sociedad justifique las agresiones sexuales (especialmente) y culpabilice a las víctimas.
TEXTO COMPLETO EN: AGRESIÓN SEXUAL EN ADOLESCENTES