El sexismo se refiere al conjunto de prácticas discriminatorias que existen tanto en conductas como en pensamientos, basadas en creencias en torno al sexo y el género de las personas. Estas acciones discriminatorias que benefician a un sexo sobre el otro pueden estar dirigidas también a identidades sexuales diversas (lésbico, gay, bisexual, transexualidad, transgénero, travestis, intersexo) y otras condiciones marcadas por la desigualdad o estigmatización.
El sexismo se expresa a través de la hostilidad, la exclusión, la invisibilidad, la agresividad y la violencia física o simbólica; y no sólo se ejecuta por una persona en contra de otra, también escala a nivel institucional (escuelas, dependencias de gobierno, iglesias, hospitales) y social; esta perspectiva excluyente es transmitida por medios de comunicación (prensa, televisión, radio, internet) y reproducida en el lenguaje y demás discursos presentes en nuestra sociedad.
Si bien existen varias formas y expresiones del sexismo, una muy común, recurrente y visible es la que se expresa a través del lenguaje y de la comunicación a través de los medios masivos, digitales o redes sociales. El sexismo es un problema estructural que se encuentra profundamente arraigado en la cultura. Es necesario reconocer que este problema tiene su origen en los sistemas de desigualdad social y cultural que existen entre hombres y mujeres. Esta desigualdad se ve reflejada en todos los ámbitos de la vida cotidiana: educativo, laboral, político o económico. Para poder erradicar el sexismo es necesario generar un cambio cultural profundo en las actitudes hacia las personas de distintos sexos. Esto implica dar cabida a una cultura inclusiva en la que todas las personas sean respetadas por igual independientemente de su sexo u orientación sexual.