El sesgo de género se refiere a la omisión que se hace sobre cómo son conceptualizadas las mujeres, los hombres y las relaciones de género en un determinado objeto de estudio o problemática. La ceguera o el sesgo de género constituye un grave defecto que ocasiona errores dentro de la investigación científica (Margrit Eichler et. al., 1992). De igual manera puede ocurrir al diseñar programas o políticas públicas que omiten o marginan el análisis de género en las diferentes fases de dicha formulación y por tanto excluyen las necesidades y los impactos de las decisiones y acciones en la vida de las mujeres.
De acuerdo con Margrit Eichler (2001) existen tres grandes tipos de sesgos de género: androcentrismo, insensibilidad de género y dobles estándares. El androcentrismo implica la identificación del masculino con lo humano en general, invisibilizando a las mujeres. La insensibilidad de género no considera al sexo y al género como variables significativas en los contextos, lo que perpetúa las desigualdades. Los dobles estándares utilizan diferentes criterios para tratar y evaluar situaciones o problemáticas parecidas o idénticas para los sexos.
Las consecuencias del sesgo de género pueden ser muy graves, ya que afecta directamente a los derechos e intereses de los grupos marginados, especialmente a la mujer. Por ello, es importante considerar el género como una variable significativa dentro de todos los ámbitos. Esto ayudará a visibilizar el papel históricamente desempeñado por las mujeres, así como permitir un mayor equilibrio entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.