La Organización Mundial del Trabajo explica la segregación ocupacional como una prueba de desigualdad que incluye estratificación social en cuanto al poder, las cualificaciones y las ganancias. Esta forma de desigualdad afecta principalmente a las mujeres y se manifiesta tanto de forma horizontal como vertical. La primera se produce cuando los trabajos “para hombres” están ocupados por ellos y los trabajos “para mujeres”, están ocupados por ellas. La segunda sucede cuando hombres y mujeres ocupan categorías diferentes dentro de un mismo trabajo, donde ellos generalmente ocupan jerarquías más altas y mejores salarios. Esto significa que las mujeres quedan excluidas socialmente y suelen encontrarse en ocupaciones con menos reconocimiento social y condiciones de trabajo desfavorables.
Esta situación de desigualdad es un problema que afecta a toda la sociedad, por lo que es necesario tomar medidas para remediarlo. Por ejemplo, es imprescindible invertir en la educación para garantizar que hombres y mujeres tengan iguales oportunidades de acceder a un empleo de acuerdo a sus capacidades, sin importar su género. Además, se deben promover políticas públicas que fomenten el empoderamiento laboral de la mujer, brindando apoyo a aquellas que buscan trabajo. Finalmente, las empresas privadas pueden contribuir al equilibrio entre géneros en el ámbito laboral al ofrecer igualdad salarial y promover la contratación de mujeres en cargos directivos.