Los estereotipos son ideas, cualidades y expectativas que la sociedad asigna a mujeres y hombres; son representaciones simbólicas de lo que se espera que sean y sientan; son ideas excluyentes entre sí, reforzando un modelo de feminidad y otro de masculinidad. Estas ideas tienden a justificar la discriminación de género a través de teorías tradicionales o modernas, incluso en leyes o prácticas institucionales.
Un ejemplo claro es que los hombres están asociados con el espacio público, donde se toman decisiones políticas, sociales y económicas, mientras que las mujeres están asociadas con el espacio privado, donde llevan a cabo el trabajo de cuidados y crianza.
Al estereotipo de feminidad se le asocian características como la maternidad, el trabajo doméstico, el ser cariñoso, sensible, débil, sentimental, intuitivo, bueno, dependiente y sumiso. Por otro lado, al estereotipo de masculinidad se le asocian características como el rol de proveedor y el ser fuerte, competitivo, racional, valiente, poco expresivo, dominante e independiente. Esto naturaliza conductas violentas.
Es importante reconocer que estos estereotipos limitan nuestra creatividad y potencial para vivir a plenitud. Si podemos desafiar estos roles restrictivos y abrir nuestro corazón a las personas que son diferentes a nosotros mismos y tomar conciencia de los prejuicios internos inconscientes que podamos tener, entonces podemos construir una sociedad más inclusiva para todos.