Por Frida Cartas
En esta mi primera colaboración del 2018 para Revista Enheduanna me embarga profundamente la tristeza. Y no es para menos. No hay un panorama alentador o buenas noticias qué compartir. Verán.
Durante el 2017, considerado el año más violento (desde el 2011 con la administración de Felipe Calderón), y además el año más violento en las últimas 3 décadas, los homicidios alcanzaron en 334 días un total de 23.101, según datos del INEGI.
Y como era de esperarse, la víctimas de esta violencia cotidiana, rapaz, tanto en los espacios públicos como privados, la calle o la casa, continuó teniendo un género; sigue pues teniendo cara de mujer. Así, los feminicidios pasaron en este 2017 de 7 que venían registrándose, a 8 por día, como apunta María Salguero, la ingeniera geofísica que ha presentado al Senado de la República el mapa del feminicidio en México.
¿Y qué ha hecho el Estado? ¿Qué ha hecho la sociedad? ¿Cuánto ha visibilizado, o tan sólo nombrado bien, la prensa?
No mucho. Vaya, casi nada.
En cambio nos faltan 43 sigue teniendo eco, porque hablamos de 43 hombres jóvenes estudiantes claro, pero tan sólo de 2016 a 2017 nos hicieron falta, y nos siguen haciendo falta, 3.778 mujeres, mujeres asesinadas en un feminicidio. Nos guste o no, sí es un problema de género Y es un asunto de terrorismo machista, terrorismo de Estado contra las mujeres… que solapa, que encubre, que protege, que es cómplice, y por lo tanto es también un Estado Feminicida.
La misma evaluación de resultados del INEGI, dio a conocer que al menos 7 de cada 10 mujeres expresó haber sido víctima de algún tipo de violencia en su vida. Y yo agregaría que las otras 3 también, sólo que lo ven como normal, porque esta sociedad, el mundo, este país, lo ha normalizado todo, incluso la violencia por razones de género. Muchas de las violencias pasan casi imperceptibles, con buen gusto, educación, caballerosidad, con poesía, con arte, con lindos detalles.
De enero a septiembre de 2017 se documentaron ante las autoridades 25, 099 delitos sexuales. Y hablamos sólo de los que llegaron a denuncia. ¿Cuántos más se quedan en el silencio por temor a ser exhibidas, al riesgo de que no se les crea y se les arroje al escarnio, cuánta más se quedan en el miedo de hablar y señalar a su agresor? De estos delitos sexuales, el acoso callejero es el pan nuestro de cada día; es el oasis de los machos que abundan en México, porque para eso ¡viva México cabrones!
En este año que pasó, desgarradoramente fue más notoria la violencia sexual a niñas, ya que los feminicidios en esta población menor de edad alcanzaron 283 crímenes. Decenas de estos casos presentaron, como rasgo común del sexismo y la misoginia, una violación antes del asesinato. Pero bueno, bien sabemos que sí hay algo más opresivo que ser mujer en México, eso es ser niña, edad donde ni siquiera hay un reconocimiento social como ciudadanía o actoras sociales, aún cuando ellas son sujetas políticas.
El panorama para este nuevo año es gris y frío, como un desolador y triste día de lluvia en invierno, pues a pesar que desde el 2012, gracias a la sentencia del Campo Algodonero, se tipificó al feminicidio como delito en todo el país, actualmente en el 2018 menos de la mitad de los 32 estados lo ha aplicado y llevado a cabo en las investigaciones y sentencias de los mismos. La razón es simple: Somos mujeres. Los hombres nos matan porque pueden, amparados en que no tendrán castigo; nos matan porque a nadie le importa, y a las autoridades, legislaciones locales, ministerios públicos y servidores o funcionarios menos. No hay justificación posible en cuanto a que “no son personal sensible” para atender a las víctimas. Es que no les interesa conocer, sensibilizarse y aprender porque se trata de mujeres, de un nosotras. En las asambleas o cámaras de los estados nadie se pone de acuerdo sobre la fijación de un número de años en la sentencia por estos crímenes, y ninguno en todo México, ninguno de los 32, reconoce a las sobrevivientes de feminicidio como víctimas y como sobrevivientes de esta máxima violencia: “gracias a dios están vivas, eso es lo importante”, “que perdonen y sigan adelante, para qué buscan venganza”.
Así mismo la aplicación de la Norma Oficial Mexicana 046 para violencia sexual, no es conocida por las agencias de investigación y ministerios públicos, y cuando la conocen, no les interesa utilizarla, “seguro ella se lo buscó”. No les interesa porque somos mujeres, no es que yo lo repita por joder o victimizarnos, es porque es real, es porque así sucede en los hechos. Todos los días. En todos los espacios. Somos mujeres. Y por eso. Sólo por eso.
Este 2017 se acabó y México no ratificó el Convenio 189 de la OIT que ampara los derechos laborales de las trabajadoras del hogar. México tuvo la oportunidad de seguir en la lista de los poquísimos Estados-Nación del mundo que reconoce la fuerza laboral de las trabajadoras del hogar, las cuales tras muchos años lograron constituir el primer sindicato en este rubro. Tuvo la oportunidad y la dejó ir. ¿Reconocer que “el aseo”, es un trabajo y debe tener garantías? ¿Reconocer que es el primer eslabón de la cadena económica global, y además lo realizan mujeres? No, gracias. A este país, lo sacan adelante los hombres, faltaba más.
2017 se acabó y no hay una legislación que obligue a las empresas, sectores laborales y patrones a resarcir la brecha salarial por razones de género. Las mujeres siguen ganando menos que los hombres, aún cuando realicen el mismo empleo. Agradecidas deberíamos estar que aún nos sigan dejando entrar a las universidades o centros de capacitación técnicos-laborales, ¿cierto? Y si nos acosan o violan por ir a estudiar y buscar una mejor oportunidad de trabajo, es porque seguro lo provocamos. La culpa es de la falda y no del acosador, y no del violador… y no del honorable profesor-investigador SNI-III, o del flamante alumno intelectual becario CONACyT. Es la falda. Somos nosotras… por mujeres.
2017 se acabó y al menos 4 nuevos estados del país, sumando 18 en total a decir de GIRE AC, blindaron el uso al derecho de las mujeres al aborto, aludiendo a que hay vida y ser humano desde la menstruación. Pero lo de “blindar” es diplomacia, digámoslo fuerte y claro: criminalizaron a las mujeres violando totalmente sus Derechos Sexuales y Reproductivos que son los primeros y los más nobles de los derechos humanos. Las criminalizaron como no criminalizan ni a los sicarios de sus gobiernos.
Y acá en la Ciudad de México, vendida como la panacea del aborto, y la capital de la libertad y los derechos humanos, no cantan más las rancheras, pues por falta de tiempo en el 2017 no se llevó a dictamen las nuevas reformas a la cacareada Ley de Interrupción Legal del Embarazo, que entre otras cosas pretende cerrar filas a este derecho, y reduciendo al de por sí reducido personal que realiza AMEU’s. Una de las nuevas sorpresas de esta reforma pretende que nadie que no sea ginecólogo obstetra realice el aborto en hospital. Cuando hoy día hay médicos generales, y médicas generales, que son quienes lo realizan, y muchas de ellas aprendieron primero que nadie el procedimiento. Muchas de ellas se los enseñaron a los ginecólogos obstetras, que se negaron entonces a aprenderlo, pues ellos “dan vida”, no “muerte”, arguyeron.
En este país se sigue despidiendo violatoriamente a las mujeres de sus empleos por un embarazo. Y la violencia obstétrica a las mujeres que están en chequeos prenatales o ya en trabajos de parto, ni violencia le llaman. Así la realidad mexicana.
Este 2018 es un año crítico, es un año electoral. Y continúan las malas noticias. Si preguntamos qué plataformas de justicia social para las mujeres tienen los candidatos (pre-candidatos no vaya ser que nos multe el INE), no sólo nos daremos cuenta que ni siquiera nos tienen contempladas, ¿justicia? “Si ya hoy día tienen hasta más derechos”. Los pre-candidatos no dejan de vernos como madres, como esposas, como hijas, como hermanas, porque claro, las mujeres seguimos sin ser reconocidas como personas, y sólo existimos en función de las “necesidades de los hombres, o relaciones con ellos”. Cuando alguno de estos especímenes políticos quiere dárselas de “respetuoso y que entiende a las mujeres”, nos soltará el choro de la equidad, la paridad, la cuota, el 8 de marzo, y hasta ondeará el moño naranja, pero de la justicia social nada. Es capaz de llegar a decir aunque se muerda la lengua, que es un “hombre feminista” y ama a las mujeres porque “vino de una”.
Pero desde que el feminismo apareció en Televisa, vía Marta Lamas, Denisse Dreser, y hasta en la blusa con glitter de Galilea Montijo que decía: I’m feminist, supimos que las cosas no mejorarían algo, y por el contrario empeorarían. Ahora las mujeres somos simples quejosas, exageradas, y es mentira que existe el acoso, o el feminicidio, si “a los hombres los matan más”, y ellos “tienen derecho a importunar”, ¡por qué se lo niegan estas mujeres misándricas!
De estos tipos, pre-candidatos, delincuentes de cuello blanco, López Obrador, que ya es como el comodín de cada elección, sabemos que desde su primera candidatura dijo que “el aborto no es un tema importante”. Y hemos visto elección tras elección lo machirrín que es. Anaya quiere convencernos que por llevar a su hijo a la escuela muy temprano todos los días, tal hazaña asegura que el PIB crecerá 7 por ciento, no habrá inflación, no intervendrá el yunque en el gobierno, y las mujeres seremos personas y libres. Meade tiene una cara de violador que no pueda con ella, y de sólo verlo espanta.
Pero bueno, hasta ahora sólo he mencionado algunas violencias colectivas, por así decirlo, pero de la violencia psicoemocional que vivimos en la pareja, “pues ya es un asunto privado”. Aún cuando los datos del mismo INEGI revela que es a manos de las parejas, o los hombres de nuestras familias, donde se cometen muchas de las agresiones y violencias sexuales. Porque ser mujer, el simple hecho de ser mujer, es en sí ya un factor de riesgo para toda nuestra seguridad, y para nuestra salud integral, en todos los espacios. Y si a ello le agregamos que somos mujeres en México, santa Kate Millet nos ayude a la autodefensa, ¡te rogamos señora!
Y hasta en el país hay niveles. Los estados de Guerrero, Estado de México, Baja California, Veracruz y Tamaulipas, siguen ostentando los más altos índice de violencia por razones de género. ¿A dónde movernos?
Pero México “es de los países más avanzados y menos jodidos”, habías de ver Guatemala, o Honduras. ¿Y eso es consuelo? ¿Y eso es bueno? ¿Y eso es justicia?
Las mujeres, todas, tendríamos que tener una vida digna y libre de violencias, donde vivamos, y del país que seamos. No sólo es una deuda histórica y un asunto pendiente, es una urgencia atender lo que es una guerra contra nosotras, un genocidio contra nosotras.
Y que quede claro México: No es acercando a las mujeres y jóvenes, y niñas, a la educación escolar lo que las alejará de la violencia de género, si a fin de cuentas no hay una revolución estructural en el sistema educativo, no es haciendo campañas y spots, plagados de estereotipos e invisibilizaciones; no es haciendo demagogia sobre la equidad, que no es un derecho humano sino una mera política pedorra de gobierno, no es culpabilizándonos a nosotras, y decir que todo depende de una… No. No.
Se resarcirá o erradicará la violencia contra las mujeres por razones de nuestro género (por el lado del Estado-Nación), cuando se impartan las leyes que existen con una perspectiva de género y apegadas a tratados, normas y acuerdos internacionales (Belem Do Para, CEDAW, NOM 046). Las feministas llevamos décadas gritándolo. Y ustedes cerrando los ojos, y tapándose los oídos, ¿por qué? Porque somos mujeres, sólo por eso.
- INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2016), México, 2017. Disponible en http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/enchogares/especiales/endireh/2016/
- Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Cartilla de Derechos de las Víctimas de Violencia Sexual Infantil. Disponible en: http://www.ceav.gob.mx/wp-content/uploads/2016/06/cartilla.pdf