La mancha blanca que se extendía en el cielo de Suchiapa, no era una nube, sino el alma de la fiesta en honor a San Sebastián Mártir, imagen que llegó en 1545 y fue recibido por las señoras Eulofia y Berenice Gutiérrez, quienes eran consideradas como “niñas viejas”, ya que no se casaron.
El sonido del cohete le daba una atmósfera diferente al pueblo del poeta Santiago Serrano, que del 20 al 24 de enero tendrán feria en honor a este Santo.
Los habitantes de este pueblo, así como personas de otras comunidades asisten y acompañan este recorrido de las viejadas o -muchachas modernas- (hombres y niños vestidos de mujeres) que utilizan máscaras de plástico, pelucas, vestidos, faldas y blusas, zapatillas y accesorios.
Hombres y niños de diferente color de piel y complexión se reúnen en las casas de disfraces (ocho), para después danzar entre las calles de este pueblo o al lado del altar, bajo el ritmo del tambor y el carrizo.
Visitan las iglesias, como la iglesia de Santa Ana, y bailan a fuera del recinto religioso, dan vueltas y vueltas en forma de un círculo, como si cada uno fuera la manecilla de un reloj; cargan el sol durante unas horas, lo absorben.
Una “viejada” informa que lleva 10 años disfrazándose y que no por vestirse se le debe poner en duda su orientación sexual: “Mi abuelito antes salía, él nos heredó la práctica de salir, es una devoción”.
Como esta práctica se ha ido modificando, José Domingo Vicente Moreno, representante del grupo de disfraz de Santo Domingo, cuenta que actualmente la Casa de la Cultura de este municipio, quiere rescatar el uso de las máscaras de cuero, por lo que en esta ocasión se pudieron observar a tres hombres portando máscaras de cuero como anteriormente lo hacían.
“Ahorita un viejito nos vio y nos llamó. Nos acercamos a su casa y nos felicitó. Él dice que también tiene su máscara, y ‘¡qué bueno! que nosotros hayamos salido así, que sigamos como manda la tradición’”, comenta el danzante.
En este recorrido también asisten hombres disfrazados de personajes emblemáticos como el Chavo del Ocho o un lobo.
Las casas esperan a los grupos de disfraces, se alegran verlos en su hogar, llenándolos de coloridos, coincidiéndo en esta creencia.
Al término de la danza, lxs dueñxs ofrecen bebidas, intercambian pláticas, ríen, les brilla los ojos.
El olor a dulces tradicionales y el bullicio del pueblo recorren los puestos de la feria. La noche va apareciendo entre los ojos de las viejadas, sus sombras también bailan, acarician la tierra.