A las parteras suelen llamarles tías, segundas madres o madrinas. A Rafaela López le dicen madrina. Es partera convencional, la primera persona que sujeta al bebé, la que muestra el mundo con las manos. Da la bienvenida de forma amorosa, mientras escucha la respiración y el latido del corazón, musicalidad que irá creciendo en ellos al paso de los años. De cien mujeres que dan a luz, diez lo hacen con parteras, sobretodo en comunidades rurales en donde sigue vigente esta labor.
Mediante una llamada telefónica, Rafaela recrea todo lo que ha vivido. Su palabra vuela hasta los rincones de México, a Chiapas, entidad federativa en donde se cuenta con parteras tradicionales, en donde la falta de infraestructura en hospitales ha generado una problemática en la asistencia médica.
A la fecha ha atendido más de 500 partos. Se prepara antes de atender mentalizando que todo saldrá bien. Cree en un ser supremo llamado Dios. Pone atención a lo que hace. Considera que cada parto es diferente. Se considera un instrumento de Dios , “por eso no me siento sola».
Tiene su propio ritual antes de atender. Se pone en las manos de una familia, en la de un bebé en camino. A días de la llegada se prepara de manera emocional, trata de mantenerse en tranquilidad y armonía. Ordena su material que utiliza durante la actividad. Es una forma de ritualizar.
En el oficio se ha topado con los sueños, antes no le ocurría, no había sueño o revelación. Ahora, antes de saber que va atender un parto sueña que está en el. O le llaman y le dicen que ya comenzó la mujer embarazada con su proceso de parto. Tiene revelaciones, sueña que alguien solicita sus servicios.
“La partera, la directora Maricruz, decía que no buscó la partería, la partería la vino a buscar. Yo apenas iniciaba la escuela, conforme avancé de grados me identificaba con sus palabras. Viví con miedos y temores: ¿y si no soy buena o no me gusta? Con el paso del tiempo me quedo con las palabras que ella decía. Ella supo que yo debía estar en el lugar, me movió la partería”, comparte.
A Rafaela se le puede ver y escuchar junto con dos parteras tradicionales, protagonistas del documental Birth Wars de Janet Jarman, en donde se refleja la importancia médica y tradicional de las parteras en México.
El producto audiovisual de la fotógrafa y documentalista, perteneció a la cartelera de Ambulante en Casa, y desde el cinco de noviembre puede verse en las plataformas de Filiminlatino y Cinepolis Click.
Rafaela López estudió en la Escuela de Parteras en Tlapa, Guerrero. Desde el 2014, realiza este oficio milenario. Por ello invita a que los y las mexicanas vean este documental ya que habla sobre la educación y el conocimiento hacia la práctica y los derechos reproductivos. Además, se aborda sobre las diferencias del alumbramiento de una mujer con una partera tradicional o convencional y un ginecólogo.
También, indica sobre la labor que hacen las parteras tradicionales en las comunidades, quienes son las encargadas de recibir a un bebé, convirtiéndose en las madrinas, segundas madres o tías.
No obstante, también el documental indica cómo la ignorancia, el machismo y la falta de infraestructura se convierten en las aristas que afecta el momento de un parto.
En el 2014 comenzó a ser partera convencional. Estudió en la Escuela de Parteras en Guerrero. Recibió clases de parteras tradicionales quienes compartieron a las estudiantes los saberes ancestrales y sobre este oficio milenario. La curiosidad fue el elemento que la motivó a ingresar a la institución educativa. Sin embargo, cuando cursó la materia de salud reproductiva se percató que quería quedarse a seguir aprendiendo. Además, de cuando entró a una asistencia de parto, etapa importante en la vida de una mujer.
Rafaela atendió su primer parto en el 2014 acompañada de la supervisora. Ahí supo que esta era su vocación. Ella tiene un modelo de atención muy similar a quienes son parteras tradicionales. Tuvo maestras que eran parteras tradicionales, parteras ancestrales que tienen valor en la vida de las mujeres.
No obstante dice que una partera deja caminar a la mujer embarazada, mientras que en el hospital no lo permiten, tampoco que estén acompañadas de su pareja o madre.
“La práctica trae muchos prejuicios, son perjudiciales para las mujeres en vez de darle beneficios, las perjudican”, indica.
Por tanto, comenta sobre los retos a los que se ha enfrentado: “El principal que el mismo estado prometió contratos como parteras profesionales pero en realidad no lo dio. Muchos se quedaron trabajando no como parteras convencionales, estaban contratadas como promotoras y traductoras ganando un sueldo mínimo”.
Otro factor es la falta de conocimiento del modelo de atención, de la lucha de poder de la no aceptación a la profesionalización porque tiene que ver los contratos. Así como la misma familia y el desconocimiento y el machismo.
Se siente honrada, agradecida con la vida y con Dios, con todas las personas han creído en ella: “El trabajo de las parteras es importante, es de vocación. Es necesaria una infraestructura, atención médica, la ignorancia del tema y hacia las parteras perjudican a la mujer embarazada y el bebé. La educación y conocimiento hacia la práctica y los derechos reproductivos y salud propia hacen la diferencia”.
Puntualiza que un parto es el primer gran momento del ser humano, “aunque la memoria no lo tenga registrado ahí está el registrado”. Por ello es importante la forma en cómo se alivia una mujer, ya que, de esto dependerá la conducta y personalidad del recién nacido.