FOTOS: KARINA ÁLVAREZ
Oyuki Avilés Pérez de 35 años es transexual y defensora de los derechos humanos de la población LGBTTTI. Nació un 5 de marzo de 1980 en el seno de una familia trabajadora de la ciudad cálida de Tuxtla Gutiérrez, su madre era una mujer ciega de grandes sentimientos y bondad humana, su padre un hombre cuyo deseo era tener un hijo varón y que con el paso de muchos años aprendió a querer y aceptar a Oyuki como la hija que nació aquel día de marzo.
¿Qué es ser transexual, travesti y transgénero? Oyuki platica que para ser transgénero es un proceso, algunos se quedan en travesti y otros llegan a la culminación de transexual. Travesti es aquella persona, homosexual o no, que se viste como mujer ya sea por gusto o trabajo, mientras que la persona transgénero es quien modifica su cuerpo a base de hormonas y no rechaza sus genitales; ser transexual es cuando mental, emocional y físicamente vive como mujer por ello presenta se transforma corporalmente con base a operaciones, incluyendo la orquideotomía, operación que se realiza para el cambio de genitales.
EL INICIO DE UN DIFÍCIL CAMINO
A los 8 años Oyuki comenzó a notar que sus gustos eran diferentes y se reconoció en un principio como una persona gay. En la primaria y secundaria siempre apuntalaba con los mejores promedios de clase y con los ánimos de participar en los eventos deportivos de la escuela. Fue en la secundaria, comenta Oyuki, cuando los gustos por los hombres comenzaron a notarse.
“Los maestros comenzaron a darse cuenta y me expulsaron de la secundaria con el argumento de que yo estaba enfermo de homosexualidad como si fuera algo malo y me mandaron recomendaciones de asistir a un psiquiatra”. Esto sucedió en Chiapas dos años después de que la Asamblea General de la OMS eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas el 17 de mayo de 1990.
A la edad de 12 años Oyuki había vivido toda clase de violencia y discriminación y fue cuando comenzó a sentir que su anatomía no correspondía a su identidad sexual, así que a escondidas de su padre y madre, comenzó a inyectarse hormonas en su cuerpo sin embrago, fue también cuando su padre decide correrlo pues no aceptaba que el hijo que tanto había deseado estaba convirtiéndose en lo que hoy en día es Oyuki.
Durante un tiempo vendió aguas en el nuevo Mercado de los Ancianos y dos años después de que su padre la corriera de su casa, Oyuki comenzó a travestirse y conoció algunas de las sexoservidoras con las que, a los 14 años comienza a trabajar, para lo cual tuvo que pelearse a golpes con la jefa de la cuadra o acceder a realizar actividades que la jefa de cuadra le indicaba.
Fue durante su trabajo como sexoservidora que conoció a más chicas transgénero pero también siguió conociendo otras facetas de la discriminación y violencia como es el abuso por parte de quienes las dirigía así como de la policía cuando realizaban operativos.
“Los operativos eran muy fuertes, te gaseaban, te quitaban tu dinero, tus pertenencias, te llevaban a La Popular, te desnudaban” y a los 18 años cuando obtuvo el título de jefa de cuadra cuenta Oyuki que fue en este periodo cuando los operativos fueron aún más fuertes pues para poder salir de la detención tenían que pagar $3000 o quedarse detenidas por 72 horas.
Una noche, mientras trabajaban, intentaron agredir a una de sus compañeras así que Oyuki como jefa de la cuadra salió en defensa de ella sin imaginarse que se trataba de un diputado. Cuadras más adelante las detuvieron y llevaron detenidas bajo cargos como robo con violencia, asalto a mano armada, portación de arma blanca, agresión entre otros más delitos que jamás cometió pero que la llevarían a estar 8 meses en la prisión varonil de Chiapa de Corzo.
Su estancia en la prisión la describe como “brutal” pues ser transexual y llegar a una prisión de población varonil las convirtió en “carne de presidio”. Fue ahí que inicio una relación amorosa con su compañero de celda el cual constantemente padecía de fiebres y males estomacales.
Pasaron tres meses y por primera vez Oyuki se informó sobre el VIH/ SIDA mediante pláticas que impartieron dentro del reclusorio pero también se enteró que ella había sido contagiada de VIH por su pareja de celda pues era con el único que había sostenido relaciones sexuales sin protección ya que en la cárcel carecían de atención a la salud sexual de los internos.
VIVIR PARA DEFENDER
En el análisis realizado dentro del penal en noviembre del 2005, dio como resultado que se encontraba en periodo “de ventana”; un mes después de salir de la cárcel se realizó la prueba y esta vez el resultado fue positivo, fueron 6 meses en donde se encontró en un proceso de duelo y aceptación que tuvo que pasar sola, sin el apoyo de su familia hasta que una amiga la invitó a un grupo de auto apoyo de personas con VIH del Colectivo de Atención de la salud Integral de la Familia A.C (CIFAM) pláticas que cada vez son más importantes ya que según el registro nacional de casos de sida se estima que en nuestro estado existe un total de 8 mil 999 casos notificados de Sida y cada vez va en aumento.
Fue ahí donde Oyuki comenzó a redescubrir los potenciales que desde pequeña tenía pero que había abandonado ya que como platica “por ser una mujer transgénero te mandan a trabajos que tienen que ver con belleza o al sexo servicio y yo sólo veía mis capacidades de una mujer transgénero en la calle hasta que empecé a llegar y fue ahí donde volví a ver mis capacidades intelectuales”.
Al aceptarse como una persona con VIH y reconocer las problemáticas de la sociedad y que muchas de ellas ya había vivido, pues como comenta “para ser la defensora de los derechos que soy ahora, tuve que pasar muchas cosas y tuve que ser cabrona porque en la calle se maneja la ley de la más fuerte”.
El cambió se comienza a dar cuando decide abandonar paulatinamente el trabajo del sexo servicio y a cambio empieza a participar en las campañas que el CIFAM ofrece hasta que en el 2007 la nombran directora del área de diversidad sexual de esa agrupación.
Para el 2008 nuevamente su vida vuelve a sufrir un cambio al ser atropellada por un camión de 3 toneladas quedando paralitica a causa de una lesión medular completa y con los riñones paralizados; durante su intervención en el hospital y sin autorización de Oyuki se le realiza la prueba de VIH y al salir positiva los doctores lo comunican a sus familiares y descartan toda posibilidad de vida con el argumento de no poder hacer nada por ser portadora del VIH. Fue gracias a una prima que movilizó le aplicaran diálisis hasta que después de no tener esperanzas de vida y dos años después de estar internada en el Hospital Regional de Tuxtla Gutiérrez, logró superar su salud.
Una vez estando fuera del hospital paralítica, con VIH, sufriendo la discriminación de su padre y la sociedad por ser una persona transgénero dice que volvió a hacer en ella una concientización acerca de su vida.
“Fue la cúspide para decir, tengo que salir adelante y si estoy viva es por algo”. Dejó de trabajar en el sexo servicio y decidió acudir a un alberge de personas con VIH en Mérida, Yucatán el cual resultó ser dirigido por religiosas en donde nuevamente sufre discriminación pues platica que desde su llegada fue maltratada al cortarle el cabello largo que por 6 años había cuidado. “Eres hombre y te vamos a tratar como hombre” le advirtieron las monjas truncándole y confundiendo su orientación sexual que por más de veinte años había defendido.
Fue en este tiempo que logró obtener el título de técnica en Informática pero por ser siempre una defensora de sus ideales, lo que dentro del albergue le llamaban rebeldía, le negaron recibir su certificado y además aprendió a ejercer los servicios básicos de enfermería y se dedicaba a cuidar a pacientes. Fue así como una noche un enfermo llegó al alberge, Diego, quien después de años de conocerse decidieron formar una familia y ahora llevan 5 años viviendo juntos.
Su regreso a Chiapas con Diego fue iniciar de nuevo, contaban con una cama de hospital que le habían regalado y rejas que servían de todo en su casa y fue un año después de su regreso que su padre volvió acercarse y aceptar a su hija Oyuki.
La invitación a trabajar como promotora de salud para la población LGBTTTI en dos proyectos terminó por convencerla que es ahí donde pertenece, defendiendo y luchando por los derechos que en diferentes sectores le fueron negados.
Oyuki ahora es presidenta del grupo de apoyo “Fe y esperanza” en donde participan alrededor de 70 personas que viven con VIH en Tuxtla Gutiérrez. “Estamos trabajando por que la población LGBTTTI sea visible en nuestro estado y hacer un trabajo de empoderamiento porque muchas chicas trans vienen huyendo de su país, recordemos que vivimos en un estado migratorio” comenta Oyuki.
A pesar de todas las luchas y campañas, esta población sigue siendo invisibilizada o minimizada por ello, junto con otras compañeras están en proceso de crear una organización de personas trans la cual se llamará “Diana Sacayán”.
Finalmente, agrega “Yo sé que fui cabrona, que fui abusiva pero ahora sé que tengo que defender nuestros derechos y dar la cara por las que no la pueden dar porque aún existe un miedo en la población LGBTTTI, vivimos en un estado machista y retrógrada en donde sólo nos dejan trabajar en estéticas, cantinas o en el sexo servicio pero somos personas que sentimos, valemos y amamos”