Por: Karla Gómez
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- El sol de la ciudad capital, comienza a desaparecer bajo las líneas de concreto. Una taza de té, puesta sobre la mesa de madera, es quien marca la frontera entre emisora y receptora. Mariauxilio Ballinas, como una cámara fija espera lanzar flashazos. Sin embargo, será ella quien permanecerá fija, guardada en un instante en estos kilos de grafitos y consonantes.
– ¿Fotógrafa?, sí.
-¿Lectora?, sí.
-¿Irreverente?, siempre.
Desde niña, tiene el hábito de ver las revistas partiendo de la última página hasta llegar al principio, y después hojearla desde el principio hasta el final, «es parte de mi personalidad».
A los 12 años le llegó el interés por la literatura, «era una buena lectora». Actuó y tomó cursos de dirección, posteriormente comenzó a escribir, actividad que le permitió publicar una plaqueta de poesía.
Estudió psicología social, sin embargo, cuenta que ha combinado su quehacer académico con la fotografía de retrato y naturaleza muerta. Esta disciplina artística llegó a ella sin que se diera cuenta, ya que todo el tiempo miraba imágenes, debido a que su papá lo llevaba al cine, y también porque eran fotografiados por un vecino que tenían. La imagen en blanco y negro le llamó la atención desde niña. Un amigo le dio unos tips y ahí inició su estudio y práctica.
«Cuando tomé mi primer taller empecé a ver otra forma a la foto, en el sentido de cómo revelar e imprimir, desde cómo ponerle el rollo a la cámara, además todo un ritual en pensar qué te va a salir. Con la cámara análoga era otra cosa increíble, toda una magia, el proceso del cuarto oscuro, es otro rollo».
Sin embargo, fue hasta sus vientitantos años que se formó como fotógrafa, «mi familia me ha dejado ser, tengo una personalidad independiente». Recuerda que inició con una Cannon de 35 milímetros, después se hizo de más equipo. Algunas situaciones que vivió con la cámara análoga era capturar imágenes sin rollo (ríe), «ahora, la cámara digital te avisa que no tiene tarjeta».
Dice que la fotografía es apresar el instante a través de un medio físico, a través de una cámara o artefacto, «se convierte en algo complejo. Se convierte en una forma de vida, pestañeas y tomas una foto», indica.
-¿Es fácil ser mujer fotógrafa?
«Nada es fácil, cuando te abres paso en un medio en donde es más común ver hombres. El club de Toby, donde los hombres se juntan, y aparte las mujeres, hay diferencias entre grupos, sobre todo, depende a qué tipo de fotografía te dedicas, no hago fotografía de prensa, donde hay más hombres. No he transitado por el camino del periodismo».
Mariauxilio Ballinas, actualmente realiza la investigación de su tesis para la Maestría en Estudios Culturales que cursa, donde aborda a la fotografía como memoria, como un vehículo para la evocación, de cómo puedes recordar un pueblo a través de su imagen. Asimismo, prepara una serie que se llama la Otredad es un viaje, «conocer a otra persona es un viaje, vas otros espacios que desconoces».
La fotógrafa sólo colecciona algunos negativos y fotografías que ha realizado, así como revistas y libros que le interesan.
Recuerda su libro Ergastula, publicado en el 2006, «Fue un proyecto que hice en la cárcel de Cerro Hueco, se convirtió en un libro por Conaculta y Coneculta-Chiapas. Me gusta fotografiar objetos, naturaleza muerta, espacios, marcas, huellas. Mi trabajo significa presencia y ausencia, todo lo que tiene que ver con los restos y marcas. Esto he hecho a lo largo de muchos años, son espacios, es decir, la huella que dejamos en el espacio -soy como una arqueóloga urbana-, las marcas que dejamos en las calles, los objetos que usamos».
Alrededor de 10 años ha venido practicando la filosofía budista, ya que considera que su vida necesitaba de la espiritualidad, sin embargo, lo ejerce como filosofía de vida no como una religión.
La fotógrafa bebe su té, respira, pestañea, suena un click.