Soy una bruja*
Por: Sil Alvarado
Nadie me lo ha dicho pero confieso que soy una bruja.
Podría pasar por cualquier persona “normal” porque he tapado la verruga de mi nariz con maquillaje, he venido a pie, dejando en casa la escoba por el tráfico aéreo cada vez más intenso y no traigo el sombrerote porque hace calor.
El caldero ha quedado en casa, ya no es hora de cocinar, y con el cambio climático, cada vez es más difícil conseguir ranas y sapos para hacer una sopa digna.
Si bien es cierto que no soy ni partera, ni alquimista, perfumista o nodriza, más de una vez mi cocina ha sido laboratorio en el que se preparan menjurjes que hasta la fecha, han permitido la sobrevivencia de una familia.
En conocimiento de plantas y animales me declaro incompetente, pues no van más allá de mis mascotas y las plantas de mi casa. Ah, lo olvidaba, sobre el conocimiento de plantas, sí conozco, sé que el té de manzanilla siempre es bueno para el dolor de barriga de mi hijo.
Lo que sí reconozco es que cuento con algo de conocimientos sobre el amor y la reproducción; con la ayuda de otra persona, me he reproducido y claro, he amado.
Y del amor, ese sí que se me da, vengo de una familia en su gran mayoría conformada por mujeres, con las que construí una complicidad que perdura por encima de todo y que guarda una gran cantidad de vivencias, risas y lágrimas que con el tiempo, se han convertido en los castillos que sostienen nuestra casa común, que es el amor que nos tenemos.
Como pueden ver, mi afirmación de que soy una bruja, tiene sustento, porque además, las brujas no necesariamente somos malas y feas.
Como todas las brujas, ya sea en ciernes o abiertamente declaradas, trato de volar sola, aunque he cumplido, como casi todas, con los roles sociales que nos han endilgado y que la mayoría de las veces, cumplimos sin chistar.
Este aprender a ser libre y zafarme de manera consciente del esquema social prescrito para nosotras las mujeres, no ha sido fácil.
Crecer duele y ¡vaya que duele!
Como lo dicen mis datos de semblanza, tuve la fortuna primero de estudiar, en un país donde el mayor número de analfabetas son mujeres.
Y aparte, hacerlo en la UNAM en un proyecto derivado del movimiento del 68, ha sido una doble fortuna, porque fue ahí precisamente cuando a los 16 años, leí “La causa de las mujeres”, de Gisele Halimi, donde habla del aborto, eso, para mí, fue como si hubiera adquirido unos anteojos con los que todo se veía diferente.
“El aborto no es más que un medio para hacer fracasar un
fracaso, para reparar un olvido, para impedir el desenlace de un
error cometido”
Y en el caso de tener que hacerse, debe serlo con toda la higiene
y la atención médica necesaria”.
La causa de las mujeres, Gisele Halimi.
Siguió Mafalda, los autores literarios del boom latinoamericano, otros textos, otra historia, la música de la trova cubana, Benedetti, las y los maestros y por lo demás, ya llovió.
Claro, ahora Mafalda es cosa de niñ@s, pero en los años 70 era transgresor, rompía esquemas.
Esto, cuando apenas en México se había realizado la Primera Conferencia Internacional de la Mujer y vivíamos en un sistema que quería ser socialista desde un gobierno priista, me marcó.
Ya con esta posición, que se fue fortaleciendo con argumentos firmes y se consolidó cuando decidí, con una pequeña ayuda de mis amigos, estudiar Ciencias Políticas, mi vida cambió y como diría alguna vez la Rigoberta Menchú de mis nostalgias: así me nació la conciencia.
Ahí seguí leyendo de feminismo a la par de todo lo demás, para entonces ya trabajaba, mis maestros, la mayoría hombres eran argentinos y chilenos exiliados que huían de las dictaduras de su país. Los mexicanos eran muy politizados y muchos, habían participado en el movimiento del 68 y simpatizaban con las guerrillas urbanas.
Milité en partidos de izquierda, que en ese tiempo eran de verdad de izquierda, no como ahora y bueno, la vida siguió hasta que caí por acá unos años después del terremoto del 85, que me traumó para siempre y que hace que me invada el pánico cada vez que tiembla.
Tuvo la culpa también el hecho de que yo creyera, como casi todas, en el mito del amor romántico y patriarcal, que nos engancha y nos entrampa, y por el que yo quería salir huyendo de mi pueblo.
El amor ideal, el príncipe, la princesa
El amor a primera vista y vivir felices para siempre
El amor como razón de ser
“Las mujeres hemos sido configuradas socialmente para el amor.
Hemos sido construidas por una cultura que coloca el amor
en el centro de nuestra identidad…
Las mujeres vivimos el amor como un mandato”.
Marcela Lagarde. Claves feministas para negociar en el amor.
Una certeza tuve de esta situación: somos personas completas, autónomas, individuales; nunca la mitad de otro; tampoco tenemos que ser su réplica para que las cosas funcionen, cada una somos el resultado de nuestra historia y yo, no podía ser la excepción.
Haciendo cuentas, trabajo desde hace 35 años y he pasado por la docencia, la burocracia federal, estatal, por organismos públicos de derechos humanos, por el Poder Legislativo, en fin.
No obstante, me intrigó y me mantuvo inquieta el qué podía yo compartir con ustedes esta tarde, porque pensé incluso, que era mucha soberbia sentir que hubiera algo que despertara su interés en esta historia.
Dice la invitación que me hizo Keremetic Ach’Ixetic, que venimos aquí a compartir nuestra historia de fracasos, logros y experiencias de vida.
Y esto que les comparto tan rapidito por supuesto que tiene su parte obscura, como todo en la vida, porque no se crea que por ser mujeres todo se nos da con una sonrisa, un buen cuerpo o una “moral relajadita”.
Como dicen por ahí y lo digo con sarcasmo y subrayando una creencia común que cuando a las mujeres nos va bien, es porque tenemos mucha suerte o porque aflojamos a todo dar, nunca porque nos preparamos y tenemos objetivos que nos esforzamos en cumplir.
Entonces les diré que en estos 35 años trabajando he tenido experiencias que no he querido olvidar, para que no se me vuelvan a repetir y que a lo mejor caben en lo que se llama “fracasos”, aunque son piedras que hay que ir quitando del camino, brincando:
Me han corrido dos veces del trabajo:
1.- Le pregunté al Director por qué teníamos que hacer en la oficina la captura de la tesis de una de sus amigas, muy guapa por cierto, para lo que nos exigía quedarnos hasta la madrugada. Le pregunté quién pagaría la cena y los taxis de las jóvenes compañeras y quién se haría responsable si les pasaba algo en el taxi en la madrugada.
Obtuve a cambio mi carta de renuncia que me exigió que le firmara porque dijo, indignado: “cuestioné su autoridad”.
2.- Cuando tenía 8 meses de embarazo cambiaron al titular de la dependencia donde yo trabajaba, me pidieron que me quedara para preparar un proyecto, lo hice y la Secretaria que llegó me corrió sin incapacidad y sin nada.
Esa funcionaria sigue activa y la he escuchado decir que ella trabaja a favor de las mujeres y presume que fue la primera que en Chiapas, habló de igualdad de género. No pues sí.
En otras dos ocasiones fui humillada de una manera que no se vale, en ambas por mujeres de la élite en el poder:
1.- Una diputada quería a fuerza que su encendido discurso a favor de las mujeres saliera en un periódico muy conocido aquí, a lo que yo le pregunté si tenía convenio con ellos. Montó en cólera, me amenazó con llamar a la estructura de su partido para que me corrieran del Congreso y luego me perdonó la vida por ser mujer. Muy sensible ella.
2.- Una defensora de derechos humanos, irritable hasta la saciedad, me aventó por los aires un proyecto que le presenté, lo tuve que levantar del piso y me prohibió renunciar hasta que no lo hiciera a su gusto.
Hubo una vez más, casi se me pasa. Después de unos 10 años de ser en los hechos la Jefa de Información del área de comunicación social del Poder Legislativo, la diputada presidenta consideró que merecía ser la directora y me nombró.
El gusto me duró dos días porque hubo una persona cercana al entonces gobernador que pidió el cargo para él y se lo dieron.
¿Por qué lo hicieron? Porque pudieron.
Son tropiezos, y yo digo que no es problema tropezarse con una piedra, lo malo es cuando nos encariñamos con la piedra.
Tampoco se trata de llenar de tristezas este espacio o sugerir que las mujeres con poder siempre somos así, aunque claro que las hay y muchas, no por ser mujeres nos apoyamos siempre, nos impulsamos o nos reconocemos.
Muchas mujeres cuando tienen poder se masculinizan, no conocen otra forma de ejercerlo.
Hay, y ya lo estamos viendo, las que se posicionan por cuotas de sus élites de poder, las beneficiadas de los movimientos de mujeres en los que nunca participaron (ni participarán).
Ellas han encontrado en el discurso del feminismo, el espacio políticamente correcto para figurar. Cuerpo de mujer no garantiza.
A pesar de todo eso, aquí estoy.
Desde 1994 trabajo en el ámbito de los medios de comunicación, fui becaria del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y logré un posgrado en Gobernabilidad.
He estudiado Género, soy autora de la columna periodística La caja de Pandora, actualmente en receso; activista por la defensa de los derechos de las mujeres, fundadora integrante de las asociaciones civiles Red de Mujeres por la Igualdad y Desarrollo, Género y Ciudadanía.
Actualmente, además de mi trabajo formal en la administración pública, conduzco un programa de radio que se transmite en el estado, que se llama En Voz Alta.
Por mi trabajo, todos, todos los días trato con compañeros hombres de los medios de comunicación que me dicen SEÑORA, subrayado y con negritas, en cada letra parecieran querer regresarme a la cocina de mi casa. Con paciencia siempre les recuerdo que me llamo Silvia, o que si gustan me pueden decir licenciada, lo que se les haga más fácil, porque señora, así como ellos me lo dicen, pues sólo en mi casa cuando traigo mi delantal, no admito regateos en una relación de pares.
Preguntan nuestras anfitrionas si lo que hago en la radio contribuye al desarrollo de otras personas, me parece muy pretensioso pensarlo, pero si sé que es un espacio que hemos ganado como sociedad civil, que contribuye a construir ciudadanía y que por ese programa, recién hemos ganado el Premio México de Periodismo que otorga la Federación de Asociaciones de Periodistas de México con el tema “Feminismo”, posicionando el tema en una estructura muy ortodoxa, en la que de unos 20 premiados, solo cuatro somos mujeres.
Por cierto, ahora que hablo del premio, me habló un señor periodista para decirme que había quienes pensaban que no me lo debían dar porque trabajo en gobierno, sin importar que llevamos más de 500 emisiones al aire, que transmitimos diario y que en cada emisión tenemos invitad@ y tema distinto. Otra vez, con mucha paciencia, le contesté que era el reconocimiento al trabajo real de todo un equipo.
Su coraje y envidia se notaban hasta mi celular, porque además sólo me llamó para eso. Respirando profundo concluí la conversación: “hágame favor de decirles a los que piensan así, que el premio no es dinero, que es una pequeña estatuilla y un cartón, verá que se les baja el coraje”.
Y bueno, igual como en los años 70 cuando leí La causa de las mujeres, sigo queriendo cambiar el mundo y mientras lo logro, agradezco que el mundo no me cambie a mí.
Gracias por su atención
*Presentación de Sil Alvarado durante la tercera sesión del proyecto Violets witches.