FOTO: ARIEL SILVA
Te preguntarás quién es Karen Dianne Limón Padilla, esa figura delgadita, sonrisa amplia y sincera, ojitos rasgados y vívidos, que está tocando las puertas de algunas casas del lado oriente de Tuxtla.
Ella nació hace 35 años en el norte del país aunque la registraron en Guadalajara, Jalisco. Por avatares familiares vino a Chiapas y vivió por un tiempo en Comitán y luego en Tuxtla Gutiérrez, donde estudió la carrera de Sicología en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) para lo que escribió una tesis en la que narraba la vida de las trabajadoras sexuales de Tuxtla.
Karen, como muchas mujeres mexicanas y chiapanecas, luchó por su única posesión material que su madre le había heredado: un terreno en Comitán del cual fue despojada por autoridades judiciales sin escrúpulos. Fue ése el hecho que prendió una llama en su corazón para darse cuenta de que la justicia en esta tierra es algo que se arrebata porque no está de lado delx ciudadanx común y mucho menos de las mujeres.
Esto mismo lo pudo constatar durante el tiempo que trabajó en la UNICACH, donde protestó infinidad de veces por las condiciones laborales en las que trabajan las mujeres, pero la parte patronal pudo más y terminó corriéndola sin pagarle un peso por sus años trabajados en esa institución.
A la par, ya crecía en su interior la llama feminista, que la entendió como una forma de vida personal y colectiva y como tal, se hizo el propósito de hacerla toda una hoguera. Con sus propios recursos económicos y humanos decidió realizar una serie de acciones para hacer de Tuxtla un lugar donde hacer y hablar Feminismo fuera algo cotidiano.
Así es como ella sacó de las aulas académicas, de los cafés y los lugares sacros al feminismo y lo llevó a la calle, con todo lo que conlleva hacer un acto tan atrevido como lo hicieron las feministas históricas. Fue en un parque donde en el año 2014 convocó a la Primer Asamblea feminista de Chiapas, realizó las Jornadas feministas del Sur, fundó Iniciativas Feministas, México; llamó a nivel nacional a realizar la histórica marcha #24A, el 24 de abril de 2016 por la ola creciente de feminicidios en México. Ha conversado incontables ocasiones con jóvenes en charlas universitarias en esta ciudad y en municipios de Chiapas así como en ciudades al interior del país.
Sus herramienta ha sido siempre la organización colectiva; se ha movido con recursos materiales propios y de las mujeres que han trabajado a la par de ella en la idea de hacer un mundo, una ciudad, más justa para las mujeres. Con ese sentir, fundaron Las Morras, un espacio cultural y feminista donde ha tenido cabida numerosos talleres y pláticas sobre derechos de las mujeres, sexualidad, política feminista, y por supuesto, deliciosa comida vegana.
Karen Dianne, no concibe la vida de manera pasiva. Es madre, trabaja en la casa, y su esencia activista la ha hecho ocupar las 24 horas de los 365 días del año para que las mujeres cercanas a ellas, es decir las que viven en la ciudad donde ella vive, tengan un papel activo en la vida social y política y mejorar las condiciones de vida en las que vivimos actualmente.
Ciudadana, escritora, poeta, sin mayores títulos que el trabajo que le ha dado el activismo, ha sido permanente crítica del papel que han hecho los partidos políticos que en nada han ayudado a mejorar las vidas de las mujeres, así como de las mujeres que estando en el poder no han aportado por una vida digna de las chiapanecas. Karen hoy busca trabajar desde los espacios de poder que, desde su perspectiva, debemos tomar las mujeres feministas porque nunca los hemos tenido.
Sólo Nosotras podremos salvarnos, ha dicho en varias ocasiones, por ello su lema “Nosotras por Nosotras” con el que nos invita a unirnos a su trabajo que no tiene más compromiso que el que ha hecho siempre sin recibir un peso a cambio: que las mujeres, y las mujeres de nuestras vidas, vivamos libres y felices.