Por Karla Gómez*
“Qué bonito el Parachico
Cuando sabe bailar
Parachico me pediste
Parachico te daré” (sic).
A la edad de 13 años rompió los esquemas de una tradición marcada. María Elena Cruz Ruiz, quien vivió en el barrio de San Antonio, en la ciudad de Chiapa de Corzo, fue la primera mujer Parachico.
Siendo la única hija mujer del seno familiar, con una estatura de un metro 50 centímetros y con la fuerza de lxs Chiapanecas se puso el montero, una máscara, su banda, camisa, pantalón y zarape, y tomó entre sus manos un chinchín y danzó por las calles de los barrios de la heroica ciudad, durante la Fiesta Grande.
El gusto le nació del corazón, este le pedía danzar y celebrar. Y como sus hermanos practicaban esta costumbre, no le pusieron peros a que se sumara, la cuidaban durante el recorrido, mientras repetían vivas, como “Viva San Sebastián Mártir, muchachos; Viva la Mano Protectora, muchachos”.
Nadie se dio cuenta que había una mujer entre los Parachicos, ya que ella bailaba de una manera extraordinaria, cerca del Patrón, plantaba sus pies sobre la tierra, como si lo fertilizara, bajo el ritmo del tambor y pito y el estruendoso sonido del cuete.
Algunos de los significados que tiene los objetos del Parachico (danzante que alegraba al hijo de María de Ángulo), son: la máscara representa el español que nos vino a conquistar, la montera los rayos del sol; mientras que el zapateado, se cree, que afloja la tierra y que el movimiento del chinchín era para sembrar la semilla.
María Elena quien tenía como oficio la tablajería cuenta que sus papás le prohibían que se vistiera de Parachico, ella nunca obedeció y siguió bailando hasta los 74 años de edad. Ella le heredó este gusto y amor por las tradiciones a sus hijos, “nos decía: si no salen de chuntá, no saldrán de Parachico (ríe)”, comenta en entrevista el profesor Carmen Gómez Cruz, uno de los hijos.
Cosa contraría pasaba con su esposo, y aunque él también había nacido en Chiapa de Corzo no disfrutaba de vestirse de Parachico, pero aceptó el comportamiento de su esposa.
“Una vez se vistió de Parachico, a las dos casas se quitó el traje, no le gustó”.
Poco a poco, dejó de ser la única mujer en salir a bailar, ya que se le sumaron Dominga Montero, Charito, Morenita y Verónica (la del minisúper) quienes formaron la pequeña planilla de mujeres.
“Hoy en día ya hay más mujeres bailando. No es que no fueran aceptadas en esta costumbre, sino que es duro ir bailando, son horas y horas…”, informa Carmen Gómez Cruz.
Esta mujer que se dedicó a la carnicería, tiene una casa con mosaicos de color de maíz; y al Señor de Esquipulas, rodeado de flores de diversos colores que heredó de su bisabuela y que celebra cada 15 de enero, donde llegan a bailarle los Parachicos, al término estos seguían su ruta, como lo marca esta tradición.
“Ella nos acompañaba durante el recorrido, mis hermanos y yo nos vestíamos. En esta fecha la recordamos mucho. Ser Parachico es lo más hermoso, nunca voy a dejar de decir: soy Parachico”.
Su voz era sonora, como una sonaja de morro, siempre en movimiento, alegrando, transmitía vida; su piel color tierra cargaba los rayos del sol que durante muchos años la vieron bailar. María Elena falleció a los 78 años de edad el 6 de julio del 2014 a causa de un cáncer. Tuvo durante su vida tres máscaras que en determinado tiempo mandaba a restaurar. Ahora, cada uno de sus hijos (tres) las conservan, asimismo recuerdan a su mamá llena de fuerza “nunca se dio por vencida”, comparte su hijo.
María Elena volverá a sentir la alegría de la Fiesta Grande el 18 de enero a partir de las 17:00 horas, ya que es el día donde se les visita a los Parachicos Patrones Difuntos, y aunque ella no fue patrona, fue una mujer que rompió con estereotipos y marcó la diferencia en la historia de su pueblo.
*Texto publicado en el 2016 en este portal.