El casi frío invernal se depositaba en las mejillas rosas de la flautista transversal Marisa Ponce de León Hernández. El viento sacudía las notas de las hojas de los árboles. Su voz, una escala musical, una sinfonía que ofrece un mundo de espejos, voces y caminos que siempre conducen a los rostros, manos y cabellos de alguien.
Rodeadas del olor a cigarro Marlboro, y bajo un cielo que en vez de lunares tenía estrellas, la fundadora de la Academia de Alientos de la Escuela de Música de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), fundadora e integrante de la Banda Sinfónica del Estado, e integrante de la Banda Sinfónica de la Escuela de Música de la UNICACH, y ganadora de la primera emisión del Concurso Nacional de Flauta Transversal de Música en la Universidad Nacional Autónoma de México (hace tres años), cuenta que la música le ha dado todo lo que ahora es, además que la considera una vía para expresarse con las demás personas y sacar sus emociones, ya que en circunstancias no existen palabras que permitan hacerlo. “La música es maravillosa, es un lenguaje universal, todo el mundo lo entiende, traspasa fronteras”, indica.
“La menor” y su amor a primera vista
Hija de una etnomusicóloga y de un organista, pianista y guitarrista, egresados de la Universidad Autónoma de México, quienes desde hace 30 años tienen la Academia de Música “Ponce de León” en San Cristóbal de Las Casas, creció rodeada de instrumentos prehispánicos y latinoamericanos. Debido a que su mamá vio que tenía cualidades por ser “afinada” la ponían a cantar y tocar un bongó con piel de becerro.
A la edad de cuatro años bajo la cátedra de su padre comenzó a estudiar piano, y pese a que su papá le insistía que se formara como pianista, ella se negaba tanto que llegó a odiar a la música por la disciplina que caracteriza a este oficio, por lo que no tenía tiempo para estar con sus amigos y su grupo “marmota”.
“Mi papá me dijo: está bien, no serás pianista”.
Sin embargo, cuando tenía 15 años, un día pasó un alemán a la Academia y le vendió una flauta a su papá. “Estaba en un estuche antiguo de terciopelo, tenía una llavecita. Fue amor a primera vista, brillaba tan bonito”, comparte. Una chica que tocaba flauta le prestó un método para flauta. Después en compañía de su papá interpretaba una melodía que grababa en un casette.
Motivada por lo que le produce el sonido de este instrumento, comenzó a tomar clases con una música de Estados Unidos, y repasó piezas irlandesas. Provocada por las sensaciones que le otorga la flauta transversal se trasladó a Querétaro, donde radica una de sus tías, y estudió un curso en el Conservatorio de esa entidad.
Una ocasión asistió a un concierto de la Filarmónica del Teatro Principal, y entre los 100 músicos ejecutando una pieza, lo primero que vio fue a la flauta transversal, “el sonido que propiciaba era tan cálido, y me dije: ‘quiero dedicarme a esto’”.
“Re mayor”
Marisa Ponce de León Hernández ingresó a la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, y tomó clases con Natalia Valderrama. Estudiaba hasta en vacaciones, ya que comenta que debido a que inició a estudiar tarde su instrumento a la edad 15 años, sabía que quienes venían atrás tocaban más que ella.
Fueron horas y horas de ensayo, de disciplina y de exprimir a sus maestros, “estoy agradecida por todos los maestros que he tenido. No soy yo la que toca, sino es mucha gente que estuvieron conmigo, como mis papás y maestros. Somos la combinación de muchas ideas”.
La flautista transversal regresó hace ocho años a esta entidad, y aunque tomó su año sabático donde le sirvió para ser “ama de casa” y a aprender a barrer, planchar y lavar, radica con su pareja en San Cristóbal de Las Casas, y está contenta por el trabajo que ha desempeñado en estos años, ya que cuando recién llegó al estado se abrió la convocatoria para pertenecer a la Orquesta Sinfónica del Estado, donde obtuvo el trabajo como flautista.
Además, fue a las instalaciones de la Escuela de Música de la Unicach y se postuló como maestra de flauta transversal, y consiguió el trabajo instruyendo a dos alumnxs.
“Fueron difíciles los primeros tres o cuatro años, porque no miraba los retoños. Había sembrado la semilla, pero seguían bajo tierra. Pero ahora, después de seis años veo las matitas, como Paulina Ocaña, que es una de mis mejores alumnas y me siento orgullosa de sus logros, ya que participará en el Concurso Nacional de Flauta Transversal de Música en la Universidad Nacional Autónoma de México. Estoy viéndola florecer”.
Pasión y talento.
“Do”
Marisa, con una mirada tierna comparte que un músico suele autoflagelarse, ya que la mente de un músico es muy exigente, más que un bailarín o actor, porque están solos casi todo el tiempo. Resalta que son personas aisladas que ensayan alrededor de ocho horas al día donde la concentración debe ser lo esencial para enfocarse en el sonido, la articulación y coordinación.
Por ello, con sus alumnos trata que se tengan confianza y que crean que las decisiones que tomen sean las correctas.
«Fa sostenido»
La flautista transversal viste una blusa de bordada de color rojo, le gusta portar ropa orgullosamente hecha por mujeres artesanas chiapanecas. Tiene 33 años, dos flautas una de oro que utiliza en conciertos especiales y otro de uso diario; y una fascinación por el Fa sostenido, por el color, por su nombre y por el tipo de vibraciones que produce; y su tonalidad favorita “la menor” por melancólica y profunda. Sus compositores favoritos son Shostakovich y Tchaikovski.
Es feminista, porque “vivimos” en un país machista y porque no tiene una vida como se espera tradicionalmente. Cuando no es música disfruta pasar su tiempo con sus familiares y pareja. Ha compuesto tres piezas para flauta transversal que incluye el efecto de cantar y tocar, que pueden verlo y escuchar en YouTube.
Cuando toca su instrumento sólo piensa en música, a veces cierra los ojos o fija su mirada a ese mundo desconocido en el cual habita, coloca sus labios en la boquilla, y su esencia se escapa en cada nota musical.
Y aunque el público aún no suele asistir a los conciertos de música clásica confía que en unos años asistirán más espectadores, y aprenderán a que no deben usar sus celulares durante el concierto o comer algunas fritangas, no por el olor que se impregna, sino por la distracción que hacen a los ejecutantes y porque ensucian el sonido.
Informa que existen estudios donde se compara que un músico y un deportista manejan el mismo nivel de estrés, por ello cursará a partir de agosto del 2016, el doctorado en Aveiro, Portugal, siendo la primera mujer en obtener ese título en Music Performance, en el cual parte de su investigación es brindar técnicas de relajación hacia los músicos, así como el uso del yoga, porque a veces la mandíbula se tensa, los pies se congelan, los dedos se ponen muy tensos y el instrumento se te resbala durante un concierto.
Marisa a veces suele tener una melodía en la cabeza, aunque no toque la pieza, dice que la música no es necesaria, pero sí fundamental, porque no puede concebir un ser humano sin música.
“Desde un principio los seres humanos intentaron imitar los sonidos de la naturaleza, por eso surge la flauta. La primera fue ella de un fémur, los primeros pobladores escuchaban el viento correr a través de los bambús. Los instrumentos prehispánicos eran para imitar los sonidos de la naturaleza. Las culturas que prevalecen lo siguen usando como una forma espiritual de expresarse, todos los rituales tienen música”.
La flautista transversal siente frío, pasa la palma de su mano encima de su brazo cubierto por un suéter color morado, en sus cabellos quedó un octavo de la noche. Camina hacia el oriente, hacia su pentagrama de vida, hacia todo aquello que tiene música.