Su trabajo no es nada sencillo, desde manejar una carroza fúnebre en los años 80, enfrentar el papeleo en el Registro Civil, reconstruir rostros desfigurdos, hasta dar acompañamiento y talleres de tanatología a los familiares que perdieron a un ser querido. Ellas son la familia Díaz Carachure, o «las Carachure» conformada por tres generaciones de mujeres que han tenido que trabajar a pulso y a contracorriente en el sector funerario en la ciudad de San Cristóbal.
Fundada en 1988 “Funerales y Velatorios San Cristóbal” es por hoy la funeraria de mayor antigüedad en esta colonial ciudad, y son ejemplo de que una empresa de este giro puede ser dirigida exitosamente por tres mujeres.
Yolanda Carachure fue la iniciadora y quien continúa al frente, ahora junto con sus dos hijas Marcela y Perla, quienes además de sus profesiones en Derecho y en Ingeniería Química respectivamente, se han dedicado en cuerpo y alma a esta empresa familiar formándose en la práctica y a nivel profesional como embalsamadoras.
“Me amaquearon en un ataúd”
Así recuerda Marcela su infancia, rodeada de ataúdes haciendo la tarea, y a su madre trabajando arduamente. En ese entonces, años 80, que una mujer manejara una carroza fúnebre era todo un acto extra ordinario y Yolanda Carachure lo hizo.
Del carácter tenaz de Yolanda, fue que Perla y Marcela siguieron el ejemplo de trabajo arduo y desafiante que hasta hoy desempeñan a pesar de las etiquetas, mitos y estigmas que hay alrededor de esta labor, además de los comentarios y tratos misóginos que han recibido.
“Una vez una familia me llamó para un servicio funerario, pero al verme uno de los hijos de esa familia me dijo: Yo no quiero que una vieja me atienda, le respondí respetuosamente y le expliqué el proceso que llevaríamos acabo, pero él me volvió a contestar de la misma forma. Sé que muchos piensan lo mismo, pocos lo externan” cuenta Marcela.
Después de estudiar la carrera de Derecho, Marcela decidió profesionalizar los saberes y prácticas que ya manejaba desde hace tiempo y estudió una segunda carrera: Histotecnólogo y embalsamador, en la Universidad Veracruzana, una carrera relativamente nueva y en la que no incursionan muchas mujeres.
Foto: Valeria V.
“Nos enseñan a hacer un trabajo más eficiente, como profesional, a trabajar con tejidos de personas vivas y muertas. No es fácil, porque me ha tocado atender a personas queridas o familiares de amigos, sin embargo te deja la satisfacción de poder mitigar un poco el dolor en ese momento y ayudar a que se recuerde al ser querido con un rostro de tranquilidad” explica.
Una de las experiencias más difíciles ha sido cuando les toca tratar a personas queridas: “Un amigo muy querido falleció pero su rostro estaba desfigurado y lo que yo quería era restaurar su rostro. Sí lo atendimos de manera correcta a su cuerpo pero una restauración como tal no lo pude hacer. Me dolió mucho porque fue un amigo muy querido».
Explica que un proceso de ese tipo lleva de 6 a 8 horas, porque son muchas técnicas que se aplican. “Tristemente en el sector funerario engañan a los familiares porque dicen que embalsaman pero no preservan”, aclara.
El Covid 19, un antes y un después
Marcela cuenta que esta pandemia marcó un antes y un después no sólo a nivel social, sino también en la forma de ver la muerte ya que resultó doblemente doloroso para las familias “no poder despedirse como estamos acostumbrados”. Al respecto detalla que como empresa “Siempre hemos hecho talleres de tanatología, que no son abiertos al público sino cerrados para quienes están sintiendo el dolor, y ahora los ofrecimos en línea”.
Considera que este acompañamiento es necesario mayormente en las circunstancias de una pandemia pero no todas las funerarias lo hicieron. “El aprendizaje que me quedó, es que creí que iba a aflorar la parte humana pero no fue así. Se monopolizó el servicio y se le dio preferencia a los cajoneros. Ahora entiendo que la vida se apaga en un instante y que nos hemos desensibilizado”.
Marcela es actualmente delegada de Chiapas en la Asociación Nacional de directores funerarios y junto con su familia, se siente muy orgullosa de estar al frente de una empresa generadora de fuentes de trabajo y que atiende con empatía, sensibilidad y profesionalismo a las familias cuando tienen que pasar por ese momento que nadie quiere experimentar.