Artículo de : Patricia Chandomí
¿Las mujeres trans son mujeres?
La respuesta es compleja y no es un monosílabo. Y la respuesta genera otras preguntas ¿quiénes son lo suficientemente mujeres para poder autorizar a otras personas si son mujeres o no?
Eso por una parte, la comunidad trans es reciente si se compara con el movimiento feminista que lleva más menos dos siglos, apenas está haciéndose de un cuerpo teórico e identitario que le dé fuerza. Y algunas personas de la comunidad, ni siquiera toda la comunidad se siente identificada con el cuerpo teórico y de lucha feminista.
Al crearse un nuevo sujeto político que cuestionaba el único sujeto político conocido del feminismo, la mujer; el feminismo tomó distintas rutas de cuestionamiento, y regresó a la pregunta primigenia de las maestras Simone de Beauvoir y Gayle Rubin ¿qué es ser mujer? La ortodoxia nos llevó al útero y a la genitalidad y entró en tensión la performatividad del género de Butler.
La genitalidad no es la raíz de la opresión de las mujeres y de la supremacía masculina es el pretexto de la organización patriarcal para sostener un sistema de poder que mantiene en desigualdad e inferioridad a las mujeres y a lo femenino.
Pero no podemos reducir todo a la genitalidad, hay algo que distancia a las mujeres y a las mujeres trans, la apropiación de los medios de reproducción, parafraseando a Shulamit Firestone.
Hay un férreo control patriarcal del cuerpo de las mujeres biológicas, el inicio de su primera relación, el número de hombres o mujeres que pasan por su vida sexual, la heterosexualidad, sus matrimonios, sus embarazos y lo principal, la maternidad. Por todos los medios el sistema patriarcal se asegura que la maternidad sea el sello de identidad femenina.
La hembra humana, en palabras de Kate Millet está por el simple hecho de tener una genitalidad femenina animalizada, se parece más a la hembra vaca, a la hembra coneja y menos a la intelectualidad superior de su par varón humano.
La genitalidad femenina también te coloca en desventaja y desigualdad en una familia patriarcal; ahora las personas trans no viven ese proceso. Viven otros, pueden ser mejores o peores pero igual son efecto del sistema patriarcal.
Las burlas, la represión, la vergüenza, las terapias de conversión, golpes, encierro, prohibición de identidad, sentido de culpa, destierro, forzamiento a relaciones heterosexuales, transfeminicidio íntimo de parte de algún familiar, muchas veces el propio padre o madre, son parte de las tecnologías de sometimiento de las mujeres trans. Si bien ambas tecnologías de represión para mujeres biológicas y mujeres trans son efecto del sistema patriarcal y su organización más antigua la sexo-genérica, hay variantes en la vivencia del sometimiento del cuerpo, y a veces esas variantes nos llevan a verdaderas confrontaciones.
Una cosa hay que tener clara, no toda la comunidad transfemenina quiere ser feminista. Y es justo ahí, donde entra otra tensión, porque a veces la bandera principal de la comunidad es que se les reconozca como mujeres y eso tiene su grado de complejidad ¿quién les dará ese reconocimiento? ¿la sociedad? ¿otras mujeres? Y nos lleva nuevamente a la pregunta primigenia ¿qué es ser mujer?
El empecinamiento de algunas personas transfemeninas, léase bien – ALGUNAS- de performar la feminidad, llega a ser un contransentido con el movimiento feminista. La comunidad llega a alentar los concursos de belleza, el consumo de cirugías estéticas basado en un único modelo de belleza, un grotesco lenguaje que pone al centro: el culto al falo, un desinterés por la política, una aparente gozo por convertirse en objeto del deseo sexual masculino y en ocasiones una competencia con las mujeres biológicas para ver quién es más mujer.
Mujeres trans que iniciaron su conversión tarde, después de muchos años de ser socializados varones, aún conservan la agresividad misógina y justo esas mujeres luego suelen abarcar la narrativa trans visible. Y el movimiento feminista luego se esencializa en la genitalidad que tiene su explicación, pero no debemos cristalizar la discusión en ello.
Cómo olvidar aquel diálogo de una actriz trans en una serie, que se autonombró más mujer que una mujer biológica. ¿Quién da las credenciales de mujer? ¿Por qué la comunidad transmasculina no está enfrascada en esa discusión de querer ser reconocidos como hombres por los hombres? Se refuerza el estereotipo femenino de buscar la aprobación.
Pero jamás, ni mujeres biológicas ni mujeres trans lograremos ser suficientemente mujeres; porque esa identidad es compleja, no hay una mujer universal y única, hay muchas formas de ser mujer, incluso de dejar de serlo, hay flujos, marañas, laberintos, intersticios que rompe con la imagen de una identidad cristalizada de mujer, ser mujer del sur o del norte, del siglo XX o del XXI no nos da, una identidad fija en el tiempo.
Dentro de la práctica feminista siempre una está redefiniendo y problematizando los significados petrificados del ser mujer, y esa práctica la hacemos extensiva a nuestra compañeras trans que quieren estar con nosotras. Porque no a todas les interesa en palabras de Gloria Bonder mantener la chispa, de la subversión del género. Hay compañeras trans que seguirán en su práctica por ganar la corona de la mujer más mujer y encontrarán mujeres biológicas que les seguirán el juego distractor, y no estamos obligadas a respetar estos infructuosos concursos.
Sin embargo, desde el feminismo, las mujeres queremos salirnos de esa etiqueta MUJER, no acuñamos los símbolos con los cuales nos define el patriarcado, y eso lo han entendido varias compañeras trans que están caminando dentro del movimiento feminista, haciendo autocrítica de la comunidad trans y su reproducción patriarcal.
Aquel adagio de “Divide y vencerás” que el patriarcado capitalista sabe muy bien cómo operar ha funcionado en las poblaciones oprimidas, en vez de seguir insistiendo en qué nos separa, qué identidad nos convoca más y quién la cumple mejor, debemos aprender a descarrilar el tren en el mismo sentido, porque nuestra opresión como mujeres diversas tiene el mismo origen.