Entonces, escribo
Por Damaris Disner
Ya lo dijo un viejo y siempre vigente amigo, El Principito, ¨lo esencial es invisible a los ojos¨. En tiempos de pandemia la frase se expande hasta abarcar cada rincón de las escuelas, ahora vacías; los hospitales, ahora llenos; las calles, con seres que parecen venir de otro planeta con caretas y cubrebocas; los bosques, ahora con su fauna y flora renaciendo.
Hace minutos regresé a casa. Fui a hacer unos depósitos a un banco que se localiza dentro de una tienda departamental. Observé que estaba acordonada el área de ropa, zapatos, cosméticos. En otras ocasiones cuando iba, casi era de ley pasearme un rato por ahí, comprara o no. Ahora ni podía hacerlo ni sentía la necesidad.
Desde que inició a circular ese virus silencioso pero expansivo, y en muchas ocasiones mortal, se ha modificado en mí diversas sensaciones, emociones e incluso objetivos, propósitos. No quise ir a ninguna otra tienda a ver o adquirir algo. Sentí que todo lo necesario lo tenía ya en casa.
Me pregunté ¿Qué es lo esencial? Pensé que la nueva normalidad debería ser que fuéramos más empáticos, sensibles, reflexivos, analíticos. Que sonriéramos más a pesar de andar cubrebocas. Hemos visto al Covid 19 como un gran enemigo. Claro que lo es para quienes no lograron sepultar a un ser querido, a quienes viven la angustia diaria de un familiar hospitalizado, o el que se quedó sin trabajo, o aquellos matrimonios que se disolvieron en el resplandor de la rutina que sólo dejó ver los vestigios fracturados, las relaciones a distancia que en vez de fortalecerse colapsaron o quienes con dinero y poder no lograron comprar más vida a una madre, a un padre.
Según una estadística que compartió la dramaturga Verónica Maldonado, en sus redes sociales, entre los trabajos menos esenciales está el del artista. Y como ella misma pregunta y responde, ¿qué le queda a un doctor, doctora cansada, al regresar a su casa? Escuchar una buena música para distraerse del pesado ajetreo. O leer un buen libro.
Basta revisar la literatura universal para nombrar a varios escritores que fueron a la vez médicos como el gran cuentista y dramaturgo ruso Anton Chéjov o Mijaíl Bulgákov, también soviético. Entre los chiapanecos destacan Enoch Cancino Casahonda y Rodulfo Figueroa, éste último, a pesar de su temprana muerte, fue un gran poeta y eminencia en la medicina; inspirado en La Sandunga que ejecutaba el juchiteco Fernando Ramírez en guitarra, convenció a los hermanos Clemente para que la tocaran en marimba, escribió así su entrañable poema La Sandunga.
Sin la música, la literatura, el teatro, la danza, la pintura qué sería de nuestras tardes nostálgicas, de los bautizos, de las bodas y hasta de los funerales. El caos de este mundo lo alimenta el deseo de poder sobre el otro, la otra, la riqueza desmedida, la ambición, el egoísmo. Qué sería de la niñez si no existieran los cuentacuentos, las coplas, los ritmos con los dedos, las manos, los pies. Qué sería de los jóvenes sin el rock, la canción de protesta, la literatura fantástica.
¿Dónde bordarían sus sueños las abuelas? Alrededor de qué fuego se escucharían las historias de los abuelos. Y muchos que no creen que el arte es necesario de seguro son los primeros que pagan un elevado boleto para presenciar las ¨bellas artes¨ como signo de prestigiosa elección y poder.
A quién no se le alegra el corazón de escuchar el Huapango de Moncayo y se siente orgulloso de sus raíces. Qué es el arte sino una manta de estrellas que nos ampara. Nos permite agudizar el oído y escuchar los sentimientos de quien es capaz de conmover con su disciplina.
El gozo que provoca observar las expresiones de los músicos, el rostro de la narradora oral, del actor, actriz, en el escenario desnudándose de miedos para fluir con las resonancias que desea provocar. El arte es tan imprescindible que sí puede volverse invisible a nuestros ojos.
Para recordárnoslo están las escritoras, los bailarines, las pintoras, las bordadoras, los danzantes, las directoras de orquesta, los poetas, las actrices. Las expresiones artísticas acompañan nuestros días, lo hacen luminoso, nos hacen sentir vivas, vivos. ¿Y eso acaso no es esencial?
El arte para mí es como el cuchillo rosa que parte un pastel. Si vemos el mango su tonalidad nos habla de dulzura, incluso de fragilidad, pero si observamos el extremo contrario hallamos la posibilidad de profundizar en lo que creemos ser hasta revelar lo que realmente somos o tener el poder de transmutarlo. Partir el pastel de la existencia, con el cuchillo rosa, debe hacerse con certeza desde la infancia. Ser equitativos en dividirlo, generoso en compartirlo para que nadie en libertad o en cautiverio, en la salud o enfermedad, en la pobreza o riqueza, en el gozo o en la depresión se quede sin probar destellos de emociones y sentires. El arte es la herramienta para hacer más equitativa, sana y armoniosa la vida.
Agradezco estar en un colectivo artístico y cultural que tiene como finalidad velar por el bien de las infancias. En el grupo de chat, el día de hoy, la narradora oral artística de Monterrey, Georgina A. Tena, compartió carteles con la frase ¨El arte es esencial. #nuevanormalidad¨. De ahí mi detonante para escribir el texto. Gracias infinitas por abonar al jardín artístico y cultural donde las creadoras y creadores se les dignifique y valore no para ¨sobrevivir¨ a la pandemia sino siempre.