Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontiyet, Esp.- 30/06/2015
El pasado domingo se conmemoró el Día del Orgullo LGTB en muchos lugares de España.
Este año además está resultando especial por varios motivos, como son la reciente desaparición de Pedro Zerolo o la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos legalizando de facto el matrimonio igualitario en todos los estados de la Unión Americana.
Pero además está el factor de la visibilización de la bandera multicolor en los balcones de muchos ayuntamientos que han querido de este modo romper con los gobiernos que les precedieron y mostrar una nueva manera de entender el mensaje que la ciudadanía les ha dado a través de las urnas.
El mensaje de la Igualdad de Derechos y Oportunidades que se está exigiendo por parte de toda las personas independientemente de su sexo y/u orientación sexual.
Estoy muy contenta por ver esas muestras públicas de reconocimiento al trabajo de miles de personas activistas por el reconocimiento total de derechos y la ausencia de discriminaciones consecuencia de la orientación sexual de cada persona.
De verdad que viendo la evolución de los últimos años, este año está siendo especialmente visible e incluso festivo y ha inundado de banderas multicolor incluso los perfiles de las redes sociales.
Pero esta alegría compartida en las manifestaciones de las grandes y pequeñas ciudades contrasta con la situación particular de cada persona que cada día y en su cotidianeidad puede sufrir situaciones inhumanas por su orientación sexual o por su forma de manifestar su propia sexualidad.
Y con esto quiero decir que dentro del colectivo LGTB las visibilidades y aceptaciones de todas las corrientes internas son diferentes.
Es evidente que siguen sin ser tratadas de igual manera las situaciones de los hombres homosexuales que las de las mujeres lesbianas. O las personas transexuales que las transgenéricas. Así como tampoco es lo mismo ser homosexual mujer en uno de los más de 20 países donde sólo está penada la masculina.
Los avances son innegables. Pero lo siguen siendo en las zonas más ricas del mundo. Aquellas en las que a pesar de habernos empobrecido con esta estafa llamada crisis, y de que en el caso español se nos haya llamado la atención por parte de la ONU por el retroceso en Derechos Humanos, seguimos gozando de cierta libertad para amar a quien deseemos hacerlo.
Amar a una persona del mismo sexo en Irán nada tiene que ver con amar en Portugal, por ejemplo. En el primer caso la pena es de muerte, mientras que en el segundo la pareja se puede casar. Y esto es sólo un ejemplo.
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