CAMBIOS EN SOLEDAD
Por: Gabriela Montoya
Aquí les dejo un pequeño fragmento de un texto que comencé a escribir hace unos meses:
De pronto se encontraba caminando sola, la calle parecía haberse hecho más larga y ancha, las banquetas le parecían más amplias de lo que recordaba y los pies le pesaban al caminar como si en vez de traer puesto esos pantalones apretados, los zapatos bajos con adornos brillantes que hacían juego con la blusa de temporada color melón, trajera puesto un traje de buzo, de esos antiguos que había visto en una película, no recordaba si era de guerra o de alguna caricatura pero en ese momento, era lo que menos importaba.
A lo largo de su vida, había tenido siempre con quién caminar por esa calle, un día era la mejor amiga de la universidad, otro el ex novio que quería revivirle los momentos que una vez pasaron juntos y otras veces simplemente estar con ella… No importara de qué manera, otros días eran esxs amigxs que salían con ella un día y luego se olvidaban porque ella ya era diferente, ahora les aburría porque no compartían con ella las mismas pasiones o porque ahora era «rara» «loca» «enojona» hablaba de cosas que parecían no tener sentido o de las que ya estaban hartos de escuchar en los salones de clases y en ese momento sólo importaba saber que chisme sabían sobre las otras personas que ese día no habían llegado a la reunión de amigos, tampoco hay que olvidar que de vez en cuando algún «galán» en busca de querer enfatizar con ella la acompañaba, pero al final se alejaban porque terminaban regresando con sus exnovias, se daban cuenta que nunca tendrían oportunidad, porque no tenían gustos similares o porque ahora les parecía que tendrían que cuidar sus palabras, gestos y acciones para no ocasionarle algún disgusto, así que preferían alejarse en busca de alguien con quien fuera más fácil el trabajo de conquista, en otras ocasiones era su hermana quien la acompañaba a caminar.
Pero ese día no hubo mejor amiga, pretendientes, ex novio, hermana ¡vaya ni siquiera esos amigxs chismosos! que la acompañaran ese día, no le quedaba más que caminar sola con ese traje pesado de buzo antiguo por la inmensa calle de donde nunca más salió.
Cuando estaba a la mitad de la calle comenzó a sentir que alguien venía detrás de ella, era como una sombra gigantesca que le hacía sentir algo raro dentro de ella, un sentimiento que no distinguía pero que podía sentir como si una fuerza la envolviera y por un momento casi se dejaba atrapar pero prefirió voltear y ver qué era esa presencia tan rara que sentía, resultó ser un gato pardo que parecía haber sido abandonado pero al mismo tiempo estaba gordo y grande, tal vez se alimentaba de los miedos de las personas que caminaban por ahí porque eso le resultaba muy placentero y a diario se deleitaba con un gran festín por eso su gordura, caminaba por la orilla de la inmensa barda de aquel terreno abandonado que cubría toda la calle, como una bestia salvaje que asechaba a su presa esperando el momento para atacar.
No recordaba haber visto al gato antes ¿o sí? Si, fue esa vez, mientras caminaba con uno de esos pretendientes cuando él la miro y le dijo… ¡grrr! ¡El gato! Ya estaba frente a ella y le gruñía muy enojado como si le reclamara algo -¿Qué hago? Me siento en desventaja – pensaba, el gato tenía todas las de ganar.
estaba en una mejor posición y la había tomado desprevenida, tenía que actuar y tomar la decisión “correcta” ¿qué puede hacer con ese gato?…
La continuación hasta el próximo miércoles…