Fotografía de Mónica Hernández.
Y las mariposas…
Para Luz.
…ah tierra-luna tierra-luna
me pongo hoy las alas de oro
y cielo arriba cual meteoro
me voy.
Mario Benedetti
De entre las muchas costumbres hermosas que existen en este pueblo, hay una que es propia de algunas comunidades indígenas tsotsiles, es una pregunta que se hace a manera de saludo, pero es más que eso.
No es el impersonal y ajeno “hola”, tampoco es el tradicional “buenos días”, tardes o noches, según sea el caso.
¿Cómo está tu corazón? Es una forma de encontrarte o bienvenirte que se acompaña de un abrazo o un apretón de manos, pero que genera una cercanía, un afecto personal, es sentir que le importas realmente a quien te lo pregunta y que en un momento abre de inmediato la posibilidad de hurgar en tu sentir, en tu ser.
Pues bien, esta mañana al mirarme al espejo me he preguntado ¿cómo está mi corazón? Con la respuesta ha venido el llanto que amenaza inundar mi habitación.
Hay razón.
Hoy no es un día cualquiera, hoy es lunes 11 de julio y revivo un lunes 11 de julio de hace precisamente 11 años, un día que recordaré mientras viva.
Amanecía ya un día típico de verano, soleado, verde después de la lluvia, el repiquetear del teléfono tan temprano no podía significar nada bueno; no me equivoco.
Del otro lado de la línea la noticia: Billy murió.
Al oír los detalles sólo respondo: “quieres hacerme llorar, voy a colgar”, y corto la llamada.
El tiempo se detiene en ese instante, me encierro en el baño, abro la regadera para que nadie me escuche gritar, pretendo seguir haciendo mi día normal, salgo a la calle y el día tan brillante me ofende, me lastima, odio que todo transcurra como si nada estuviera pasando cuando en realidad el mundo, mi mundo, se está derrumbado.
Nadie entiende nada, nadie habla, no somos capaces ni de mirarnos, solo atinamos a abrazarnos esperando que sea un mal sueño compartido, pero no lo es.
Ver a Billy dormido para siempre nos ubica en una realidad de la que no podemos escapar.
Once años arrastrando ese dolor, once años de preguntas sin respuesta.
Hasta hoy puedo contestar la pregunta ¿cómo está mi corazón?
Y respondo: está listo para hablar, llorar una muerte y dar a esa vida un lugar definitivo en mí ser, recordar con dolor, pero sin sufrimiento.
Billy tenía una de las sonrisas más hermosa que he visto en un niño, yo lo vi crecer amándolo, siempre risueño, ocurrente, feliz.
En algún momento algo borró esa sonrisa, alguien se la robó para siempre, al grado de que una noche decidió que era mejor partir, decidió que era hora de terminar con todo para recuperar la tranquilidad y volver a la felicidad.
Voló como el hombre libre que siempre fue, y aunque dejó un gran dolor entre las personas que lo amamos, reconforta saber que hasta el último día hizo exactamente lo que quiso. Con los años hemos aprendido a honrar su muerte, a respetar sus decisiones y a celebrar su vida.
Yo que siempre amé el verano que me remitía a una infancia feliz, jugando en un patio lleno de plantas y caracolas, tardes de sol y lluvia comiendo perones verdes, odié el verano en que Billy partió.
Nuevamente es julio y las mariposas lo anuncian en días brillantes de cielo azul, cuando se hace presente con más fuerza el recuerdo de ese niño risueño que amaba a esos insectos voladores y les cantaba una canción.
Queda por siempre la sonrisa y el amor de un hombre que decidió irse en el tiempo de las mariposas.
¿Cómo está mi corazón? Poblado de aleteos y lleno de colores, porque aquí habita la mariposa más bella que pueda existir.