El tema del acoso y hasta abuso sexual de parte de docentes a estudiantes dentro de la Unach no es un tema nuevo, lamentablemente, se han tenido casos documentados sobre el tema y también varias denuncias anónimas.
Hace unos días la activista feminista, Patricia Chandomi hizo público que su despido en la Facultad de Derecho de la Unach fue por acompañar a una estudiante a denunciar a un docente por abuso sexual.
El asunto no agravia solo a la docente y a la alumna, también a todas las maestras y estudiantes de la universidad porque el mensaje que se emite es que cuando hay una denuncia de por medio a quien se castiga no es a la persona acusada, sino a la víctima. Les dice a las maestras, que muchas veces quieren acompañar a sus alumnas en un acto de sororidad y justicia, que no lo hagan, las obliga hasta ser cómplices, a tener que cerrar los ojos a lo que sucede en la universidad porque eso les podría costar el trabajo.
En la Facultad de Humanidades de la Unach se han hecho ejercicios en el que las estudiantes de manera anónima denuncian el acoso que llegan a sufrir por parte de sus profesores varones, pero el tema se ha quedado ahí. Si bien, poner el tema en la mesa y hacerlo público ya es un avance, habría que escalarlo, que se hagan acciones más profundas y de largo plazo, pero para concretarlas se necesita el apoyo de las autoridades educativas, no que sean las primeras en oponerse o tomar represalias en contra de las y los docentes y estudiantes que quieren hacer algo al respecto.
Este asunto no es exclusivo de estas facultades, tampoco de la Unach, ni siquiera solo en el nivel superior. Pasa en los diferentes niveles educativos y pocas veces los profesores son castigados, ya sea por el proteccionismo de los sindicatos, la complicidad de las autoridades o la falta de denuncias formales, y las víctimas siguen llegando cada ciclo escolar.
El mensaje que ha dado hasta ahora el rector de la Unach, Carlos Eugenio Ruíz Hernández sobre los casos de acoso y abuso sexual en la universidad son pésimos. Pareciera que se tratara de asuntos de particulares y que nada tiene que ver la universidad.
En las instituciones educativas se tienen que tomar medidas que abra un paraguas no para un caso o dos, sino que proteja a todas las y los estudiantes, de las y los docentes abusivos y violentos, que no comparten su conocimiento, sino sus complejos. Que aprovechan un espacio privilegiado para violentar a las y los alumnos.
Un protocolo de atención sobre la violencia de género dentro de la universidad no es la solución del tema, pero al menos es un paso, lo que se nos estaría diciendo es que tan siquiera hay interés y preocupación por el tema por parte de las autoridades, que hasta ahora no se ha visto.
La universidad debe de ser un sitio seguro para toda la comunidad. Debe de ser el sitio donde una se encuentra con el conocimiento y que se comparte con una perspectiva de respeto a los derechos humanos. Debemos de hacer esto posible.