Luna cuentera
Por: Valeria Valencia
Tengo una Luna que, para asomarse al cielo de los sueños, pide cada noche le cuente un cuento, una historia que la ayude a trepar hasta llegar a ese misterioso mundo onírico y hundirse en él. Sobre el manto negro de su colcha extiende mágicos libros de diversos tamaños, con portadas brillantes, coloridas, los toma entre sus manos para entablar una plática previa, una especie de asamblea librera y decidir quién la tomará de la mano para acompañarla a ese viaje nocturno donde renueva su sonrisa.
Hay noches que decide que los clásicos tendrán el privilegio de ser sus acompañantes y pide un paso adelante a “Los tres cochinitos” “Peter Pan” “Alicia en el país de las maravillas”, “Hansel y Gretel”, “Caperucita roja”. Otras noches, cuando tiene mucha energía aún, los elegidos son aquellos en los que cabalgan seres mitológicos como “La Sirenita”, o mujeres con historias de vida melodramáticas en busca de sus sueños como “Cenicienta” o “Blanca Nieves”.
En otras ocasiones, prefiere relajarse y dejarse acompañar por las enseñanzas de las siempre sabias y profundas fábulas y elige a sus favoritas: “El zorro y la cigüeña” “El perro y el lobo” “La zorra y el chivo en el pozo” “El león y la cabra”.
El universo cuentero de mi Luna es tan grande como su imaginación, como la cantidad de personajes que lo pueblan y de los que se hace acompañar cada noche. Sus enormes ojos, inquietos y chispeantes, se arrullan con la presencia de esos seres que vienen a habitar su habitación provenientes de mundos construidos por otros niñxs con cuerpo de adultxs.
Como por ejemplo Charles Perrault quien, dicen los que saben, es el escritor original de Caperucita roja, cuento que escribió sin pensar en un público infantil, por ello en el final de la versión original el lobo se come a la niña de la caperuza colorada.
Tiempo después, los famosos hermanos Grimm compilaron los cuentos de la Edad Media y el Renacimiento y prefirieron dar un final feliz a las historias con final trágico como éste, que tiene como enseñanza principal, con una niña como protagonista casualmente, que la desobediencia cuesta muy caro, tan caro como la vida misma. (Las historias de niños desobedientes como “Pinocho” o “Pulgarcito” tienen finales felices y son retratados como héroes).
El cuento más famoso de los Grimm es sin duda Hansel y Gretel, una historia basada en hechos verdaderos, donde resaltan la solidaridad entre dos pequeños para vencer los malvados planes de su madrasta quien desea echarlos y desaparecerlos para siempre. Es el triunfo de la niñez sobre la adultocracia, el reconocimiento al mundo infantil como un mundo de acompañamiento, inteligencia y piedad, lo cual demuestran al regresar con su padre y perdonarlo por su complicidad con la madrasta.
Una historia que da muchas lecciones reales a pesar del mundo ficticio en el que se desarrolla es el de Alicia en el país de las maravillas, obra del matemático y escritor Lewis Carrol, considerado un genio en las ciencias exactas. Este fantástico cuento ha inmortalizado en la memoria de lxs niños/as a personajes tan singulares como “El sombrerero loco”, “El conejo blanco”, “El gato sonriente”, “La oruga”, hoy conocidos ampliamente por la reciente película del también genio Tim Burton, en la que se resalta a la heroína, una niña que en pleno crecimiento se atreve a vencer sus miedos y enfrentarse a una sociedad patriarcal.
La historia es relatada a través de juegos de lógica por lo que también ha sido una atracción para quienes gustan de las matemáticas, y a la vez hace irónicas y agrias críticas al sistema social inglés de aquella época que no es más que el reflejo de la sociedad actual: conservadora de pensamiento, misógina de acción.
La Sirenita, es quizá uno de los cuentos al que le han escrito un gran número de finales distintos, su historia se ha reproducido incontables ocasiones a través de películas, musicales, obras de ballet, dibujos animados desde diferentes países.
Fue escrita originalmente para una representación de ballet por el poeta y escritor Hans Christian Andersen y se publicó por primera vez en 1837. Esta obra fue adaptada en 1989 por la industria cinematográfica de Disney quien le puso nombre a la sirenita –Ariel-, le dio un final feliz y hasta segunda y tercera parte le escribieron.
Sin duda, una historia que se ha vendido muy bien por la envoltura de amor romántico con la que se nos presenta, al igual que las demás historias modificadas con fines comerciales por el empresario Disney. Ariel y su idea romántica de luchar por el amor del príncipe a costa de lo que sea, aun si eso exige despojarse de su propia identidad para ir “en pos del amor del hombre de quien se enamoró a primera vista”. Ariel y su ideal de que todo se puede en nombre del amor, no importa si hay que vender el alma a la oscuridad que significa desvanecer la propia esencia.
Con las fábulas, mi Luna ha conocido una palabra media rara y un poco difícil de pronunciar aunque la aprendió rápido: moraleja. “Este cuento es como una maestra, porque enseña algo” dice fascinada cuando escucha al final de la historia la palabra rara.
Las de Esopo son las más populares y mientras se las leo, ve pasar frente a sus ojos diversos animales que cobran vida, hablan, pelean, gritan, saltan mientras ella, quizá inconscientemente, va aprendiendo que la soberbia pudre el alma, que el egoísmo es tan común encontrarlo en cualquier ser humanx, o que la envidia y la pereza son males a los que se va a enfrentar cotidianamente.
Releer estas historias ahora a su lado, me hace pensar en la importancia que tiene la palabra como arma para construir mundos donde los sueños se colocan como grandes ideales a los que a nosotras, las mujeres nos toca el doble o hasta el triple alcanzar, o también cómo a través de historias aparentemente inocentes, se nos viste sutilmente, de obediencia y pasividad, mientras que a ellos, se les enviste de heroísmo, acción y racionalidad. Nada nuevo bajo el sol, ya lo explicaron y detallaron bien las maestras feministas.
Pero también me da la esperanza de que esta misma arma, la palabra, puede ser usada a nuestro favor y con ella construir un camino de honor y honra a las mujeres, desde Enheduanna la primer mujer escritora, que nos han aliviado el camino con sus letras y su sangre, y a la vez un camino de dignidad y belleza a nuestras hijas que bien se lo merecen.
Afortunadamente, la literatura es un maravilloso sendero para asomarse a otros mares diáfanos y libertarios. Hoy mi hija, no sólo lee la novela de Pixar Disney «Intensamente» sino que muy seria toma entre sus manos y lee algunas líneas de la novela de Nadia Villafuerte «Por el lado salvaje» y es cuando sé que hay para ella y su generación, un horizonte luminoso.
Mi Luna me lo recuerda a diario, porque cada noche es igual, no se va a la cama si no es con ayuda de sus amigxs los ogros, las pulgarcitas y demás duendes quienes poco a poco van rodeándola de magia y risas hasta que por fin, después de una fantástica noche, la Luna despierta y se levanta para iniciar el sueño del mundo cotidiano.