Es un poco extraño pero la contemplación me remite al estado de pausa, un momento de reflexión y meditación con mi ser, mi esencia para no quedarme quieta.
Hoy puedo compartir que a tres años y 4 meses de estar aislada de la sociedad, he podido adaptarme al medio hostil de la cárcel, pero jamás podré verlo como un segundo hogar.
Es cierto, las compañeras se convierten en una familia temporal pero nada parecido a lo que he perdido y a lo que he ganado en este lugar.
Ver el lado positivo a todo no resuelve nada pero ayuda a lidiar con diferentes situaciones un poco irritantes. En este lugar he aprendido a mediar entre mis demonios y mis ángeles.
Es indiscutible que en ocasiones he sentido la impotencia de un sistema injusto hasta en las situaciones más justas, por contradictorio que parezca.
Sin embargo he aprendido mucho de este lugar, de las compañeras, delas autoridades, de la misma exclusión para “nuestra correcta reinserción” a la sociedad.
Lo mejor que he aprendido en este lugar es a ser yo misma, a saber decir “NO” con determinación, a decir “Ya basta” y a actuar para mejorar mis propias condiciones de vida, no a cambiar las de los demás, ya que eso le tocará a cada quien, todo a su tiempo.
Falta mucho para cambiar nuestras propias condiciones sociales, culturales, políticas, jurídicas, económicas, laborales, educativas, etc., como mujeres.
No sé cuándo cambiará el desequilibrio entre el concepto de equidad de género y la realidad entre hombres y mujeres, lo que sí puedo afirmar es que la mejor acción, es aportar un granito de arena individual a esperar que el mundo cambie.
La experiencias de vida ayudan mucho a replantearse el rumbo de la propia vida pero en nada sustituyen la propia experiencia de vivir tu propia vida, mujer.
Saludos a todas y todos los lectores y ojala les sirvan estas reflexiones.